Hacía rato que no encontraba un juego de estreno, por fuera de la propuesta mainstream que me tuviera enganchado durante horas frente a la pantalla, al punto de terminarlo casi de un tirón. El hecho de que se trate de un título musical (género al que nunca le di mucha relevancia) le da un condimento extra a todo lo que me fue provocando A musical story.
Desarrollada por Glee-Cheese Studio y editada por Digerati, esta obra combina una GRAN banda sonora original, arte en donde los colores toman protagonismo, jugabilidad sencilla y una historia hermosa, contada sin mediar palabras.
Acompañame a analizar brevemente este título, el cual me generó sensaciones muy lindas durante sus poquitas horas de duración.
La historia, en clave de sol
Cuando le das doble clic al icono de A musical story, ya podés saborear parte de la historia: se abre un menú en donde la imagen de fondo es una persona afroamericana (oh! se parece a Jimmy Hendrix) recostada en una cama de hospital. Lo único que se oye es el ritmo de sus pulsaciones, a través del monitor cardíaco.
Este será el puntapié inicial para comenzar a jugar: a partir de ese ritmo cardíaco se nos explican las sencillísimas mecánicas, y el protagonista (llamado Gabriel) empieza a recordar su historia.
Los desarrolladores ya dan a entender que toda la narración estará compuesta por flashbacks, y esto es una gran motivación para llegar al final y conocer cómo llegó a esa cama de hospital, y si finalmente se levanta o no.
Los hechos acontecen durante los años 70’s: época fuerte para el rock estadounidense, los hippies, festivales de música, viajes en caravana y sustancias psicoactivas. Todo ese contexto histórico, social y artístico rodean al personaje principal, quien rápidamente conocerá a los otros miembros de la banda (a ver si descubrís en qué músicos históricos están inspirados) con la que recorrerá el país al mejor estilo Crossroads.
Lo particular es que esta bellísima historia repleta de sueños por cumplir, frustraciones, amores a primera vista, amistades y demás, es narrada sin palabras: la música en sus distintas tonalidades, ritmos y acordes es la que toma el timón de la narrativa (acompañada de hermosas imágenes, pero ya llegaremos a ese punto).
El paisaje sonoro
Murray Shafer desarrolló el concepto de paisaje sonoro o soundscape (una conjunción entre las palabras inglesas sound y landscape), y se podría definir como ¨el conjunto de sonidos que son característicos de un lugar, propios de un momento histórico o de una actividad determinada¨.
Tuve que googlear sobre ese tema para encontrar conceptualizaciones sobre lo que me estaba pasando con el videojuego: me encontré fascinado con la representación de una época a través de la música y los sonidos.
El comienzo de la historia se desarrolla en una ciudad industrial, y la totalidad del entorno sonoro lo representa magníficamente: ruidos de fábricas y maquinarias, guitarras distorsionadas a más no poder y toda una intención musical que traduce esa impotencia, encierro y muerte creativa que siente Gabriel.
Más adelante en la narración comienza el viaje, y la naturaleza se hace presente en las intros y outros de las canciones. La libertad toma protagonismo, los pájaros se acoplan a las melodías y las ramas al viento suenan armónicamente en la escena musical.
Estos son solamente dos ejemplos de los distintos paisajes sonoros que conoceremos mientras avanzamos en el juego. Te aseguro que hay muchos más, y vale la pena agudizar el oído para encontrar esos detalles, a veces ínfimos, que colaboran en la propuesta narrativa que llevó adelante este pequeño estudio (de tan solo cuatro integrantes).
A veces, menos es más
Todo ese pulido trabajo en los aspectos sonoros que acabamos de nombrar no sería nada sin una interfaz gráfica, arte y mecánicas que trabajen en armonía con el resto del juego. Y me atrevo a decir que la obra cumple con esa premisa.
Cada nivel está compuesto por un círculo rodeado de las distintas combinaciones de teclas necesarias para que la canción siga sonando. Hasta que no completemos dicha secuencia de teclas, la misma parte del tema sonará en loop, una y otra vez. Y dentro de la circunferencia se ven imágenes aisladas, que al completar el nivel se combinan y forman la escena completa. Se trata de una mecánica muy fácil pero efectiva, mostrando un minimalismo desde el diseño muy bien logrado.
Las imágenes y animaciones que se presentan continúan con dicho minimalismo. La elección de los colores para cada escena es muy acertada, ya que las tonalidades se encuentran en total sincronía con la banda sonora, reforzando así las ideas y sensaciones a transmitir.
Como comenté al principio, no he jugado mucho este género. Pero A musical story me llegó al cora. Así que ya sabés: si te gustan las historias, la música o ambas, te animo a que le des una chance. Y si sos adepto/a a los videojuegos musicales, pasate a leer algunas otras reseñas de Pressover:
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