Arco nos viene a presentar un western, bastante clásico en muchos aspectos: pistoleros en el desierto, sombreros, lagartos, venganza, y un montón de muertes. Pero lo especial de Arco es que no jugamos con un cowboy como en Sunset Riders, sino con un aborigen. Varios, de hecho.
“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia…”
(Litto Nebbia, en “Quien quiera oir que oiga”)
En Arco vamos a tomar la perspectiva de un puñado de personajes locales, que con sus arcos y su magia, se enfrentan a la llegada de los invasores europeos. Esos que se presentaron con ropas exóticas y armas de fuego.
Está hecho por un equipo que es una ensalada de husos horarios. Antonio “Fayer” Uribe de México; Franek Nowotniak de Polonia (aunque vive en Australia), Max Cahill de Australia y José Ramón “Bibiki” García de España. No quiero ni imaginar lo que eran las calls de trabajo de esta gente.
Pero vamos al gameplay, que seguro es a lo que vinieron.
Arco se compone de un par de interfaces para interactuar con el mundo. Por un lado un gran mapa general a lo Tiny Toons de Sega, bien retro, donde podemos elegir hacia donde ir, con líneas de puntos entre los sitios de interés y estrellas en los objetivos. Sitios de interés que en general consisten de una sola pantalla escrolleable, con un paisaje, donde podemos caminar, hablar con gente, encontrar objetos, acariciar llamas y hasta pescar. Y cada tanto vamos a encontrar quilombo. Ya sea en forma de un forastero europeo con el que agarrarnos a los tiros, o un animal salvaje que nos ataca. Este último quizás con razón, ya que el juego te pregunta si de verdad querías meter la mano entre las piedras.
Y ahí entramos en modo combate, el momento donde Arco brilla más.
Las peleas son una mezcla entre combate por turnos y tiempo real, lo que me recordó vagamente a Transistor: Tenemos un momento de tiempo detenido, donde podemos elegir cuál va a ser nuestro próximo movimiento y prever las acciones de los oponentes. Y una vez elegidas, las acciones se resuelven todas a gran velocidad hasta llevarnos de nuevo a otro momento de pausa.
Podemos atacar de varias maneras, correr, esquivar, o quedarnos en el lugar, lo que recarga nuestra “Magia”. Nombre que va entre comillas porque aún en inglés, el nombre del maná está en castellano, como corresponde. Estos ataques y movimientos se pueden levelear en un gran árbol de habilidades, así que cada quien customizará el combate cómo mejor le parezca. Que cabe destacar, no es nada pero nada fácil.
Aunque, por suerte, nunca se siente injusto. Cada pelea es bastante única, y como transcurren en diferentes locaciones, podemos usar el ambiente a nuestro favor. Hay plantas que nos rellenan la Magia, cactus que explotan, espacios donde refugiarse, etc. Todas cosas bienvenidas para intentar salvarnos en estas riñas, donde aunque nuestro arco se sienta en desventaja respecto de las armas de fuego, más que seguro vamos a poder salir airosos.
Bueno, y si hablamos de los momentos donde Arco brilla, los gráficos son quizá la cosa más espectacular que tiene. Un pixel art super minimalista pero tremendamente efectivo, que logra crear unos paisajes increíbles, tomas que se sienten cinematográficas, y un montón de personajes con mucha personalidad con unos pocos pixeles. Atención a las alpacas y demás animales, hechos con solo cuatro cuadraditos de color. Impecable.
Y la música no se queda atrás, especialmente la canción principal que hasta tiene letra. Todo esto para meternos dentro de las varias historias que se van tejiendo y enredando entre sí a lo largo de los capítulos.
“‘¿Habrá alguna manera de saber cuándo el norte se transforma en sur?’ se preguntó Nanahuatli. A partir de ese momento se entretuvo buscando indicios que le indicaran el límite que separaba los puntos cardinales. Un día vio una planta que no conocía. ‘Es aquí donde comienza el sur!’ decidió.”
(Liliana Bodoc, en “Los días de la Sombra”)
La referencia al segundo libro de La Saga de los Confines, esa hermosa trilogía de la ya fallecida Liliana Bodoc, autoraza mendocina, viene a cuento de que no pude dejar de pensar en esa historia mientras jugaba Arco.
Lo que hace La Saga De Los Confines es presentar una historía de género (en ese caso, fantasía épica, tipo El Señor de los Anillos) sobre la conquista de América. Pero lo hace desde el punto de vista de los diferentes pueblos aborígenes, que primero esperan la llegada de los barcos misteriosos que llegan desde más allá del océano, y luego se enfrentan a ellos. Nunca nombra pueblos reales, pero se inspira en varias culturas para crear su propio mundo fantasioso, aunque tremendamente anclado en la realidad. Y donde los límites de lo que es realmente mágico y lo que no, se pierden.
Lo mismo hace Arco con su historia. Aprovecha el género western y se lo apropia para contar una historia diferente. Vamos a ir conociendo a varias tribus y pueblos que aunque no representan al 100% ninguno real. Principalmente de mesoamérica, pero también con muchas referencias andinas, de acá cerquita.
Arco nos cuenta una historia de a ratos desgarradora, que ya nomás al empezar, nos lanza al medio de un capítulo introductorio lleno de sangre.
Es que sí, nuestra historia como continente está llena de sangre y muerte. Es interesante cómo se entrelazan en este punto la historia en el gameplay, ya que personajes como Tizo, el primer protagonista, están lejos de tener las manos limpias. Y las decisiones que tomemos, las personas que decidamos ayudar o no, van a llenarnos de culpa. Y esa culpa toma forma de fantasmas que nos acechan, literalmente, durante las peleas.
Esos fantasmas no respetan los turnos o los tiempos de cooldown, y se van a mover en los momentos de pausa para planear. Una gran metáfora sobre la culpa, que no nos deja pensar con claridad. Una gran dificultad extra que nos hace prestar más atención a la historia entre pelea y pelea.
Arco ya está disponible para comprar en Steam y Switch. Dura entre 13 y 15 horas, y es super recomendable para quienes disfruten un buen sistema de combate y una buena historia.