Para comenzar esta nota necesito hacer una declaración tan polémica como necesaria: odio los juegos de cartas. Desgraciadamente, la industria independiente los considera esenciales para su evolución al punto de ponerlos en TODOS los títulos que se les ocurra. Aunque detesto la inclusión de este tipo de mecánicas, cuando vi Card Shark sentí que mi odio irracional se desvanecía y debía probarlo.
Acá es donde pueden pensar ¿Por qué nació ese interés en un título que incluye la palabra “cartas” en su nombre? Básicamente porque en Card Shark haces de todo, menos jugar a las cartas. En vez de materializar el sueño de ser un crack en el póker, cumplís el deseo de todo argentino contemporáneo: cagar a los que tienen más plata sin ser descubierto.
Una propuesta de esta clase es particular, usualmente estamos acostumbrados a personificar a los héroes intachables. Es raro ser el “chanta”, esos personajes suelen quedar relegados a un papel secundario para no incomodar la moral de los usuarios. Por eso no es de sorprender que sea Devolver Digital quien se encargue de distribuir este juego diseñado por Nerial y con arte de Nicolai Troshinsky.
Una Europa con pocas luces
Pero no solo la fantasía que propone es particular, también el tiempo y el lugar donde se localiza. Cualquiera que piense en apuestas y cartas va a pensar inmediatamente en Las Vegas, capital del pecado y el derroche de plata. Sin embargo, Card Shark sucede en la Francia previa a la revolución que da origen al mundo que hoy habitamos. En vez de apostar entre luces de colores y cruzarnos con The Weeknd, los trucos suceden en la intimidad de los palacios de la nobleza europea.
Personificamos a un chanta en una época donde el honor y las buenas formas realmente eran importantes. Es un periodo histórico marcado por las desigualdades, donde las clases bajas peleaban por sobrevivir sin hacer enojar a ningún noble o ser arrestados por mendigar en calles de la ciudad. En ese contexto, nuestro personaje se gana la vida haciendo trampas que lo ponen en constante peligro.
Es la fantasía de una historia que no queremos vivir pero que resulta encantadora de ver desde la seguridad de nuestro hogar. Cada minuto estamos ante la posibilidad de que los trucos salgan mal y que paguemos el error monetariamente o con sangre. No solo estamos “jugando” a las cartas, también peleamos por ganarnos un lugar en una sociedad que nos ha negado todo.
Las calles de Paris parecen las de Buenos Aires
La comparación más inmediata que surge es la película “Nueve Reinas” de Fabián Bielinsky donde dos tramposos sobreviven al día a día realizando ciertas estafas. Aunque existen obvias diferencias con ese clásico del cine nacional, la sensación de que estamos viendo un mundo al que no pertenecemos es la misma. Esto también sucede con el entorno donde se dan los hechos, la tensión es palpable y cada diálogo apunta a que todo está por explotar.
Como jugadores vamos a esconder un As o cambiar el mazo pero en los trucos se está haciendo más que eso. Cada una de las partidas que intentamos ganar nos irá revelando pedazos de una historia llena de conspiraciones, engaños y sorpresas. Narrativamente nuestros triunfos hacen avanzar el relato que, con humor y dramatismo, nos va enganchando de a poco.
Cada minuto que pasemos vamos a estar pegados a la silla, intrigados por conocer las vueltas de esta historia y para ver en qué punto todo estalla. Sabemos que habrá un plot twist pero necesitaremos avanzar para descubrirlo. Si queremos presenciar el espectáculo narrativo que propone Card Shark vamos a tener que sufrir cada partida y aprender todas las trampas.
Mentir es todo un arte
Puede parecer sencillo pero ganarse la vida de esta manera no es tan simple. Primero hay que encontrar a las víctimas, elegir con cuidado y conocerlas para saber qué técnica usar. Después de eso se debe practicar para maximizar nuestra eficiencia y luego de que dominemos el truco vamos a confrontarnos con el adversario.
Obviamente nada de eso garantiza el éxito, el miedo a ser atrapado siempre está presente y eso influencia nuestro pulso. Los nervios serán el verdadero enemigo a superar porque un mínimo temblor nos puede llevar a apretar mal un botón y levantar sospechas. Si el adversario ya estaba alertado, probablemente seamos atrapados.
Es una experiencia estresante pero cuando una jugada sale bien, nos sentimos verdaderamente afortunados. En ese momento no importa cuánto costó todo, solo interesa saber que ganamos y que nuestro rival no pudo sacar nuestros engaños a la luz. Fuimos más rápidos, inteligentes e ingeniosos sabiendo cuando era el momento oportuno para aparentar ser hombres honestos.
El sueño de la justicia
Aunque Card Shark me conquistó visualmente con un trailer, el verdadero goce llegó cuando puede sumergirme en la fantasía que me estaba proponiendo. No puedo huir de la posibilidad de hacer algo de justicia divina y engañar a los que más tienen. No importa si en el medio tengo que sufrir o reintentar la misma jugada múltiples veces, la oportunidad de ser un chanta me resulta encantadora.
Comencé siendo un don nadie que pierde lo poco que tiene y debe recuperarlo por medio de trampas que se van reinventando todo el tiempo. Logré superar ese desafío encontrando las debilidades de quien tenía delante y al hacer eso fui revelando una intriga muy profunda. Mi paso por esta Francia pre revolucionaria puede ser inventada pero los momentos de tensión que viví fueron reales.
Durante las 10 horas que duró mi paso por Card Shark fui testigo y partícipe de una historia alternativa donde los ricos pierden aun cuando tienen el mundo a favor. Lo mejor de todo es que jamás tuve que aprender reglas, solo practiqué y engañé a los demás así que puedo seguir odiando los juegos de cartas sin ningún problema ni contradicción.
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