¿Es que no te hartaste todavía de la rutina? Una pregunta del personaje que encarna Troy Baker que llega en el momento justo. Porque para muchos Death Stranding puede llegar a ser eso, rutina. De lo que escapan con los videojuegos cuando llegan a casa, pero algo que Hideo Kojima profundiza a niveles insospechados.
Escribir sobre un juego de este calibre es siempre una responsabilidad tremenda, a la que algunos puede bloquear y a otros generarles una verborragia capaz de llenar una tesis. Pero la posta es que ustedes vienen a que les contemos si vale la pena invertir 60 dólares en el lanzamiento, y eso es lo que vamos a intentar responder. Aunque tal cosa sea completamente subjetiva.
Death Stranding es una odisea en todo el sentido de la palabra. Una peregrinación por un bien mayor en medio de una atmósfera opresiva y asfixiante. Algo que, de verdad, no vimos nunca en un videojuego.
La nueva obra de Hideo Kojima, mente detrás de la saga Metal Gear, no va a dejar indiferente a nadie. El tipo es un distinto, un director de cine frustrado, en el buen sentido de la frase, que encontró en esta joven industria la mejor manera de contar las locuras que le salen de las tripas. Y con esta aventura apocalíptica y poética lo demuestra más que nunca.
Van a aparecer enamorados y detractores, pero es algo que suele suceder cuando pateas los moldes y te pones a hacer algo diferente. Por eso, en este arranque que se toma sus tiempos como el título que intenta contar, te vamos a dejar algo bien claro: Death Stranding no es para todos.
Ahora sí, arranquemos.
El mundo se terminó hace décadas, un evento multidimensional acabó con gran parte de la vida y nos mezcló con el plano de los muertos. A partir de ese momento la humanidad se refugió en bunkers, porque el afuera se convirtió en un ambiente sumamente hostil. Lluvia ácida, rebeldes violentos en busca de recursos y entes varados entre la vida y la muerte que nos quieren llevar con ellos, hacen de Estados Unidos, país donde transcurre la historia, una pesadilla.
Y nuestra misión va a ser reconectar a las personas mediante una red común de distribución. Una que existió en su momento pero que se perdió en el tiempo. Algo así como la visión futura de lo que hoy conocemos como Internet. Por lo que Sam Bridges (Norman Reedus), cual profeta, deberá encarar la odisea manualmente. Yendo del punto A al punto B con suministros que permitan la reactivación de la sociedad.
Pero, lógicamente, no vamos a estar del todo solos. El BB que llevamos en la cápsula que tenemos pegada al pecho es fundamental. Es la conexión que permite combatir al mundo espectral que nos rodea. Detectarlos. Similar a la función de la radio en el primer Silent Hill.
De dónde salieron estos niños por nacer, increíblemente realistas, y porqué cumplen ese rol se lo vamos a dejar descubrir a ustedes mismos, porque si hay algo que no se puede hacer con una obra de este estilo es spoilear la historia. Pero crean que, contra todo pronóstico, la cosa termina cerrando. La incertidumbre de argumento que vivimos durante los teasers y trailers previos al lanzamiento, si bien se mantiene durante el transcurso de la aventura, desaparece sobre el final. Y lo que queda es una hermosa sensación de satisfacción.
Porque Death Stranding no sólo es opresivo por su historia, sino por todo lo que hace al gameplay y al colosal trabajo de ambientación que se hizo con el motor gráfico de la gente de Guerrilla Games (Horizon: Zero Dawn).
Ya, desde el vamos, en un juego que apuesta tanto por la mecánica de llevar y traer paquetes de un lado al otro, era absolutamente clave el funcionamiento de la física, que en este caso coquetea con la perfección. Tener que ir mirando dónde pisar para no tambalearnos y terminar cayendo, con el posterior daño de la carga, es una verdadera maravilla porque se siente muy natural. Al igual que el peso sobre nuestras espaldas y piernas.
Y si a eso le sumamos las inclemencias climatológicas, que también rozan la excelencia, estamos ante una verdadera peregrinación. Un verdadero padecimiento que atravesamos junto a Sam y su cuerpo.
Cuerpo que muchas veces, tanto por el peso, como por recién haber terminado un momento de tensión mental o física, pide a gritos descanso. Igual que nosotros. Porque en Death Stranding parar para respirar y acomodar las ideas es fundamental.
Párrafo aparte para el trabajo hecho en la geografía del mapa, que si la ves de afuera puede parecer aleatoria, pero nada más lejos de la realidad. Cada piedra, cada río, cada montaña, cada pendiente y cada árbol están ahí por algo. Pensados milimétricamente para transformar lo que podría haber sido un paseo en un padecimiento cruelmente planificado. Y, asombrosamente, divertido.
Por eso es clave, antes de empezar una misión, meditar por dónde vamos a ir para saber qué nos tenemos que llevar encima. Porque, lógicamente, cada elemento tiene su peso y, al final del día, cada detalle cuenta.
¿Vamos a necesitar una escalera (5 kg)? ¿Unas botas extras por si se nos rompen las nuestras por el camino? ¿Aerosoles para arreglar los paquetes dañados? ¿Bombas de sangre para combatir espectros? Todo lo tenemos que pensar fríamente, porque las distancias son enormes y hay muchos peligros en el medio.
¿Bombas de sangre dije? Si, bombas de NUESTRA SANGRE. Porque el sacrificio en Death Stranding llega hasta ese punto. Se retrata hasta en las armas.
Les cuento.
Por alguna razón que no les vamos a aclarar, tanto la sangre como los fluidos corporales de Sam funcionan como un repelente contra los espectros, es lo único que los elimina. Entonces, en un momento del relato, a uno de los personajes principales se le ocurre armar granadas con todo eso. Unas con el agua que queda de nuestras duchas en los diferentes bunkers (menos poderosas) y otras directamente con sangre (más poderosas).
Pero atentos, porque si nos quedamos sin granadas en pleno enfrentamiento y no tenemos ninguna bolsa de repuesto encima, podemos rellenar las vacías con una transfusión momentánea. Aunque, lógicamente, vamos perdiendo vida y resistencia al mismo tiempo. Esta gente es diabólica.
Sinceramente, podríamos hablar durante horas sobre la nueva creación de Kojima, pero la posta es que lo tienen que jugar ustedes mismos. Desde Press Over les podemos contar que nos encantó y que nos pareció diferente a cualquier cosa que hayamos probado alguna vez, pero las sensaciones son intransferibles.
Caminar lentamente durante horas con paquetes sobre las espaldas mientras rodeamos montañas, esquivamos espíritus o peleamos contra ladrones (mulas) puede parecer sumamente tedioso si lo vemos desde afuera, pero cuando tenemos el control en las manos es, sencillamente, inexplicable.
Porque en determinado momento se nos habilita la posibilidad de tener vehículos, como motos o camiones, pero la posta está en descubrir ese mundo apasionante a pie. Dar vuelta la cabeza y ver todo lo que recorrimos casi sin darnos cuenta. Ver a lo lejos, entre la bruma y la neblina, ese paraje en el que nos dieron una misión y sentirnos orgullosos de nosotros mismos mientras la música suena.
Y si a esa experiencia, casi de repartidor de Rappi en un mundo fantástico, le sumamos una historia de ciencia ficción con críticas sociales sobre la comunicación humana y la automatización. Estamos ante una obra imperdible.
Puede que las primeras 10 horas cuesten, casi como un paralelismo exacto entre esa serie que muchos dejan pero que después se enteran que les faltaba lo mejor, pero les prometemos que valen la pena. Death Stranding se cocina a fuego lento, pero con bases completamente sólidas.
Podemos caer en comparaciones. Tal vez las películas de Nolan, en especial Interestelar o El Origen, sean el camino fácil por su paleta de colores fría y por una narrativa que se toma sus tiempos, pero la verdad es que el nuevo juego de Kojima es único en el mercado. Y eso ya es decir un montón para el momento de falta de ideas que estamos viviendo.
Larga vida al japonés!
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Desarrollador: Kojima Productions
Lanzamiento: 8 de noviembre de 2019
Plataformas: PlayStation 4 – PC (mediados de 2020)
¿En Español?: Si
Fuente: Copia provista por PlayStation Argentina