El videojuego argentino de nuestro colega Valentín Iribarren y Montraluz, que tanto esperábamos, fue lanzado ayer 23 de enero de la mano de Tlön Industries en Steam, PlayStation 5 y Xbox Series X|S. Y aunque consta, por ahora, de solo dos niveles, es una experiencia intensa y profundamente significativa.
Dreamcore es un juego de exploración y simulación que nos ubica en diferentes espacios liminales de los cuales debemos escapar a través de la resolución de acertijos y la observación.
El concepto de espacios liminales hace referencia a un espacio que representa un estado de transición, entre un punto de inicio y un destino que suelen evocar una sensación de estar «entre» mundos o estados, ya sea física, emocional o metafóricamente. La primera vez que me acerqué a ese tipo de estado, fue cuando empezó mi obsesión con Chernobyl. Pero todavía no era popular esa concepción del espacio, así que no había manera de ponerlo en palabras. La sensación era de inquietud, nostalgia, ¿miedo? y extrañeza ante la ausencia, el tiempo estancado y la transición entre lo humano y lo abandonado.
Cuando esta percepción se incorporó a los videojuegos, vincularla con el terror fue casi inevitable. Ejemplos como Backrooms o The Exit 8 vienen rápidamente a la mente. Sin embargo, Dreamcore propone algo distinto, colocándome en una dicotomía emocional que me hace reflexionar sobre lo que quiero o puedo experimentar en este tipo de juegos.
¿Es Dreamcore un juego de terror? Si, pero no en el sentido convencional, y no es un secreto.
Una de las primeras cosas que dice en sus características es que no tiene jumpscares, lo cual no importa, porque una vez que estás jugando, todo el diseño sonoro y visual del espacio te ponen en un estado tenso. Me costó entender que no hay “amenazas” y mientras más avanzaba la sensación de inquietud era peor. Sin embargo, curiosamente, ese miedo se transforma también en un estado de paz introspectiva.
La ausencia de jumpscares hace que la atmósfera se sienta aún más insoportable: la incertidumbre de «qué podría pasar» resulta más perturbadora que un susto repentino. Esto solo habla de lo bien diseñada que está la atmósfera y de todos los tipos de terror que nos podemos enfrentar. Aún así, y pienso “en voz alta”, sabiendo que no nos vamos a enfrentar a un tipo de terror más habitual, me genera dudas sobre si este recurso podría volverse repetitivo en futuras actualizaciones. Y no lo digo como algo negativo.
La estética retro, con gráficos tipo VHS, intensifica la sensación de inquietud. La imagen ligeramente borrosa distorsiona los objetos y añade misterio, incluso en espacios limpios y ordenados. Se puede correr, pero el miedo por momentos paraliza y a menudo parece más acertado detenerse, observar y pensar.
Con el sonido pasa algo muy parecido, la reflexión y la incógnita es total. ¿Por qué hay este silencio? ¿Qué me indica esta música ahora? Cada silencio y cada nota parecen tener un propósito en la narrativa onírica, amplificando la soledad y la constante impresión de que «algo» está observando.
El segundo nivel de Dreamcore, a diferencia del primero, me resultó algo repetitivo. En este caso, la sensación fue más de apreciar el diseño del mapa (que, por cierto, es impecable y totalmente diferente al anterior) y la resolución de los acertijos. Retomando mi primera inquietud, al saber que no hay amenazas reales, me pregunté si la inclusión de algún factor de peligro podría añadir más intensidad, o si mantener la introspección es el camino ideal. Eso solo se podrá responder cuando salgan más niveles, ya que todavía quedan tres más por el camino.
Y es que en Dreamcore, la dicotomía funciona a la perfección. La belleza y el miedo, lo inquietante y lo atractivo, la luz y las sombras, el sonido y el silencio. Transitar espacios y lugares que normalmente estamos acostumbrados a ver habitados puede desestabilizar, o bien, hacernos reflexionar, en una perfecta combinación de terror y nostalgia.
Podés comprar el videojuego del estudio argentino Montraluz en Steam, PlayStation 5 o Xbox Series S/X desde el 23 de enero.