Iconoclasta es toda persona que rechaza el culto a las imágenes sagradas y que destruye la autoridad. Sabemos que involucra un desafío ambicioso desde el momento en que comprendemos su título, y no es casualidad que Iconoclasts sea un pequeño milagro.
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Un proyecto que fue desarrollado por una sola persona, Joakim Sandberg, a lo largo de ocho años. Animación, programación, música, todo a cargo de una única mente, algo ridículo y que no debería existir, si seguimos las reglas de la lógica. Y, sin embargo, hoy lo tenemos frente a nosotros.
Se trata de una aventura pixel-art con estilo metroidvania, donde Robin, una mecánica del Asentamiento 17, ayuda a que la gente pueda mantener sus máquinas en orden.
El problema es que, para quienes viven bajo el régimen autoritario de One Concern, su especialidad está prohibida, y eso la vuelve una pecadora ante los ojos de Madre.
Es indudable que lo primero que resulta atractivo del juego es toda la porción visual, con animaciones detalladas y repletas de simpatía.
Y, sin embargo, la sorpresa se encuentra en sus diálogos. En el universo que logra plantear a partir de sus palabras. El mundo es más grande que el asentamiento en el que comenzamos, algo que descubriremos a lo largo del viaje.
En una realidad donde One Concern controla toda la tecnología, la escasez de Ivory (el combustible de esta sociedad) genera inquietudes de distintas maneras, porque ya han consumido una de las dos lunas y ahora continúan con la Tierra.
Los científicos buscan alguna fuente de energía alternativa. El gobierno invade otras naciones en busca de recursos. El pueblo sufre las consecuencias de un planeta enfermo.
Robin amanece una mañana para encontrar que el gobierno está tomando medidas con aquellas personas que no acatan las reglas impuestas. Pero el día empeora cuando un escuadrón de agentes la encuentra trabajando para reparar la casa de su hermano. Es en este marco que la aventura comienza, y llega a límites muy alejados de lo que podíamos imaginar.
Iconoclasts juega mucho con eso: nuestras expectativas. En un metroidvania esperamos recorrer una y otra vez los mismos escenarios a medida que se abren nuevas puertas que antes no podíamos atravesar. Por eso es que la ambientación es tan atractiva, porque la estaremos visitando repetidas veces.
Pero no. En ese sentido, termina siendo mucho más lineal y expansivo que cualquier otro ejemplo del género, invitándonos siempre a explorar espacios nuevos, descubriendo el mundo que nos rodea. Mucho más parecido a Metroid Fusion, que nos recordaba hacia dónde debíamos dirigirnos, sin mucha posibilidad de perdernos durante el recorrido.
Lo interesante de visitar lugares nuevos es su gente, sobre todo a partir de las diferencias. Principalmente, la historia involucra mucho la presencia religiosa (desde su título), y de varias creencias construidas a partir de los mismos elementos.
Nuestro recorrido se enriquece con estas distintas perspectivas. Robin, con su llave inglesa en mano, encuentra personas de las distintas comunidades para que la acompañen en su viaje, y hay pocas cosas tan satisfactorias como trabajar en equipo con ellos.
Como juego, nada de lo que propone es, en sí, revolucionario. Ya existen juegos que se vean lindos, ya existen juegos independientes dentro del mismo género. Cave Story ya se ha hecho.
Durante toda la experiencia, Iconoclasts nos ofrece pocas armas, pero mucho para hacer con ellas. Las granadas nos sirven para resolver puzzles, la pistola nos sirve también para impulsarnos y llegar más lejos. Por supuesto, la llave inglesa nos sirve para todo.
Sumado a esto, existe también un sistema que nos ofrece construir mejoras a partir de items desperdigados alrededor del mundo, modificando elementos como el daño, la velocidad o cuánto podemos bucear. Estos módulos que no llegan a ningún lado, porque no alteran la experiencia de una aventura que va en otra dirección.
[perfectpullquote align=”full” cite=”” link=”” color=”” class=”” size=”35″]Lo que trato de decir es que Iconoclasts sería un excelente anime.[/perfectpullquote]
Porque la dificultad no involucra mucho desafío. Hay más de veinte jefes para enfrentar (y un par que son secretos), y ninguno de ellos se convierte en una pared imposible de franquear. Las formas de enfrentarlos son claras, incluso cuando a veces son complejas de realizar, pero no hay nada que un segundo intento no nos permita vencer.
Encontramos, entonces, una historia que tal vez no tenga muchas ganas de ser un juego. Lo que trato de decir es que Iconoclasts sería un excelente anime. Porque sus enemigos y sus plataformas son consistentes, pero no necesitaba concentrarse tanto en los personajes.
Es una decisión por parte del desarrollador, y en este caso acertada. Robin no habla por su cuenta en ningún momento, lo que deja espacio a quienes encuentra en el camino. Son aquellos personajes a los que tenemos la oportunidad de conocer, de compartir sus dolores, y de acompañarlos con sus objetivos. Una historia es mucho más poderosa cuando involucra personajes con los que nos identificamos.
En última instancia es difícil criticar un juego que tiene el escudo máximo. ¿No nos gusta alguno de los minijuegos? ¿Hay algún diálogo que tenga errores? “¡Lo hizo un solo desarrollador!” Todo se desvanece en el momento en que aparecen esas palabras. Y, sin embargo, los personajes quedan grabados en mi mente.
Así que atrévanse a unirse al mundo de Iconoclasts, acompañen a Robin en su viaje a través del mundo, y rechacen ustedes también el culto a las imágenes sagradas. Destruyan la autoridad.
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Desarrollador: Konjak
Lanzamiento: 23 de enero de 2018
Plataformas: PS4 – Vita – Mac – Linux – PC
¿En Español?: Sí
Fuente: Copia adquirida a través de GOG.