«Es como Los Juegos de Hambre« seguramente es la frase más repetida cada vez que se le habla a alguien por primera vez sobre el género Battle Royale. Todos los ejemplos que vimos explotar en el 2017 parten de esa base para luego explayarse en una dirección que los destaque, pero no Darwin Project.
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Scavengers Studio invitó a Los Juegos del Hambre a salir. Se enamoraron. Alquilaron un chalecito en Martinez y allí tuvieron a su primogénito. Darwin Project lleva a Los Juegos del Hambre en la sangre como ningún otro título dentro de este género.
El juego nos introduce a un futuro distópico, en el que lo que queda de la civilización se entretiene ahora viendo a presidiarios enfrentarse en juegos pseudogladiatoriales. De esos en los que sólo un participante puede salir con vida.
Si bien el entorno en el que nos movemos parece arrancado de las heladas tundras de Siberia, a nuestro alrededor es posible divisar grandes reflectores y paredones que nos recuerdan que estamos dentro de un estadio ominoso. Más importante aún, que estamos siendo observados.
El escenario se divide en siete secciones que se van cancelando de manera aleatoria a medida que corre el reloj, obligándonos al encuentro con los otros nueve jugadores.
El frío en el mapa es extremo, por lo que aprovechar los tiempos de paz es vital para ir recolectando materiales que nos permitan construir fogatas y mejorar nuestro abrigo, armas y escudos.
Nos encontramos acá con que Darwin Project se codea con el género survival, y es importante tener en cuenta que todo lo que hacemos deja una huella que nuestros oponentes pueden seguir. El juego se destaca acá ofreciéndonos un ritmo más pausado que el de PUBG o el de Fortnite, que no disminuye la tensión pero que obliga a sostener el sigilo en todo momento.
Pero nada de esto es realmente importante. O al menos no tanto frente al onceavo jugador.
Antes hablaba de que el juego nos recuerda que estamos siendo observados, y esto es más que una sensación estética. Efectivamente estamos siendo observados, y no por nuestros televidentes en Twitch, sino por el Show Director.
Personificado como un gran robot flotante, el Show Director cuenta con una serie de habilidades que le permiten enriquecer cada partida. ¿El cazador 4 está muriendo de frio? Lo ayudamos con un bonus de temperatura. ¿El cazador 7 eligió esconderse en un rincón? «No me gustan los cobardes», le digo, mientras activo una Manhunt sobre el, que marca su posición a todo el mundo y da un premio a quien lo mate.
Como Show Director, uno puede moverse libremente, o saltar de un jugador a otro. Esto último es lo mejor, porque me permitió sacar a mi villano soviético de James Bond interior. «¡Libera tu furia, LOW!» le susurraba a uno en un momento. «Hay un jugador cerca suyo, demuéstreme que usted es el cazador alfa» le decía al siguiente, y me divertía viendo cómo la paranoia se apoderaba de su ser.
Bombas atómicas, eliminación extra de sectores, herramientas… el Show Director puede alterar la partida a su gusto, en un modo de juego mucho más relajado pero que a veces hasta se vuelve más divertido.
Este es el gran atractivo de Darwin Project: poder jugar sobre las reglas del juego agregando una segunda capa de imprevisibilidad completamente en manos de los jugadores. Pero no viene sin riesgos.
Existe, sí, la posibilidad de que el Director se alíe con un jugador para ayudarlo a ganar, pero esto es algo que no creo que sea común. Las partidas son armadas con jugadores aleatorios. El gran riesgo es que ser Director se vuelva aburrido, y que la posición sea dejada de lado (tal como sucedió con Battlefield y los Comandantes).
Hoy esto es una realidad muy posible. Porque, si bien contamos con varias habilidades para usar en ese puesto, éstas tardan una eternidad en cargarse, lo que nos deja con demasiado tiempo muerto, y tienen una cantidad de usos muy pequeña, logrando que muchas veces lleguemos al último tramo del juego sin otra opción que ver la partida desde una posición VIP.
Limitar el número de usos de una habilidad no está mal, pero la de Show Director es una posición que necesita continuar siendo explorada, agregándole más habilidades (al punto que siempre nos sobren) y más formas de ejercer su poder sobre el desarrollo de las partidas.
Y por el amor del santo patrono de la nieve y los trajes naranjas: la velocidad de movimiento tiene que ser mejorada. De nada sirve poder usar la cámara libre si nos desplazamos a la misma velocidad que una babosa en aceite.
Más allá de estas preocupaciones, Darwin Project me sigue teniendo entusiasmado, y espero poder ser gratamente sorprendido cuando el juego sea lanzado oficialmente.