La relación artes marciales y videojuegos es casi tan vieja como Karate Kid o Bloodsport (la película, no Idris Elba). Allá por 1985, Yie Ar Kung Fu nos ponía en la piel Oolong, un artista marcial que debía derrotar uno a uno a sus enemigos, similar a lo que hace Bruce Lee en Game of Death. Un poco más acá en el tiempo, las artes marciales abundaban en los juegos de pelea (pues claro) así como en varios beat em ups donde oleadas de enemigos sufrirían la furia de nuestros puños debidamente domesticados. Hoy en día, juegos como Yakuza o Sleeping Dogs utilizan las artes marciales como un engranaje muy importante en su funcionamiento pero que lejos están de ser eje principal de la historia a contar.
He aquí el encanto que todes vimos en Sifu cuando estrenó su primer trailer. Un juego que emulaba todo aquello que habíamos visto en películas orientales: un artista marcial partiendo cabezas a mansalva con un cuidado superior por la estética y una fluidez en los movimientos que harían sonrojar al mismísimo Donnie Yen. Con el título ya en las góndolas, te contamos qué es y qué NO es Sifu.
La semilla del pensamiento
Sifu nos narra la historia del Artista Marcial, une niñe que presencia la muerte de su padre (y sifu) a manos de cinco grandes maestres del kung fu: una secuencia de apertura que sirve tanto de tutorial (nosotres controlamos a Yang, líder de les maestres) como de punto de partida para esta historia de “venganza”.
Ocho años después de los eventos narrados, emprendemos un viaje en pos de ajusticiar a nuestra familia. Un camino con cinco paradas, una por gran maestre, repletas de rivales que harán lo posible por matarnos. Y nos van a matar. Un montón. Sifu, en esencia, funciona como un roguelite pero que trata a la muerte de una forma particular: gracias a nuestro talismán mágico de cinco monedas cada vez que nos morimos en una run nuestro contador de muertes aumenta en uno, al mismo tiempo que revivimos y envejecemos una cantidad de años igual al número de muertes acumuladas. “¿Cómo dice?”.
Arrancamos con 20 años, llenos de juventud y motivados por la ira. Poco tiempo después Bandido A, un aficionado de la física, busca calcular cual es la distancia más corta entre su bat de baseball y nuestra cara. Lo consigue. ¡Plin!, sumamos uno a nuestro contador de muertes y nos levantamos del piso con 21 años, ante el asombro de Bandido A. Si nos volvemos a morir, el contador de muertes va a subir a dos, con lo cual esta vez vamos a revivir con 23 años (21+2).
Cada vez que pasamos una década, una de las cinco monedas del talismán se rompe mientras que la salud total baja y la capacidad de infligir daño sube. Si en algún momento dado nos quedamos sin monedas, nuestra próxima muerte es definitiva, perdemos todos los upgrades que no logramos aprender y nos vemos obligados a empezar desde cualquiera de los cinco lugares que ya hayamos desbloqueado, con nuestra edad inicial siendo la menor con la cual logramos llegar a ese nivel en cuestión. Se pueden destrabar atajos en los niveles, pero son escasos. Sifu es duro. Sifu es demandante. Sifu es muy divertido.
Buscando el puente
Así como toda arte marcial, aprender a jugar Sifu demanda precisión y atención en grandes cantidades. Lejos está de ser ese beat ‘em up para apretar muchos botones que aparentaba prometer en avances. La mejor manera de describir su mecánica es por contraste con el GOTY de 2019: Sekiro: Shadows Die Twice.
Sifu toma de lleno el sistema de combate de la (por ahora) última obra de From Software, no solo porque es genial sino también porque así funciona la filosofía del kung fu: ocupar el centro del rival con nuestro centro para desestabilizarlo y así desactivar la situación. Esto se logra implementando una barra de postura debajo de la barra de vida, tanto propia como ajena.
De romper la postura enemiga, ya sea con una cantidad apabullante de golpes o unas intercepciones perfectamente aplicadas, vamos a poder eliminar a ese contrincante instantáneamente, animación llena de kung fu de por medio. Algo similar aplica para nosotres: si bloqueamos mucho eventualmente nuestra barra de postura se rompe, resultando en un breve mareo con un bonus al daño recibido.
No estaría de más un modo de accesibilidad para incrementar la ventana de los bloqueos o desvíos. Es esperable que el juego, como está hoy por hoy, sea abandonado por gran parte de les jugadores por el simple hecho de que no cuentan con el nivel de coordinación necesario que Sifu pide. Y ya que estamos, podrían agregarle un mejor feedback visual a los desvíos que tan solo largan un imperceptible brillo rojo en el medio de tanta vorágine.
A medida que derrotamos enemigos, podemos adquirir técnicas nuevas que van a ser muy útiles en momentos particulares del juego. No obstante, ninguna va a ser #laTécnica que nos va a llevar de la mano por la run. Eso va a depender pura y exclusivamente de nosotres y nuestra capacidad de observar, entender y reaccionar en tiempo y forma.
Recuperar el centro
La mayor virtud de Sifu, más allá de su gameplay adictivo, radica en la forma que transmite conceptos del kung fu. Cada nivel tiene como temática uno de los cinco elementos chinos (madera, fuego, agua, tierra y metal) que además de dotar a las locaciones con ambientaciones bien distintivas (y muy bonitas), son fundamentales para la práctica de un arte marcial.
Resolver una situación no siempre implica detonar todo a trompadas. A veces basta con observar, tomar otra ruta o decir unas palabras para llegar al mismo resultado (o a uno mejor). Sifu presenta este tipo de filosofía como parte de su gameplay en forma de atajos, diálogos y acciones que incluso pueden llevar a más de un final.
Pero Sifu no solo es una celebración del kung fu, es una carta de amor a la representación de las artes marciales en diferente tipos de multimedia. Tan solo bastan 10 minutos del primer nivel para jugar una secuencia que ya vimos en películas como Old Boy o The Raid: Redemption. Naturalmente hay secuencias originales creadas por Sloclap igual de espectaculares y que, acompañadas de un soundtrack con mixturas de música electrónica e instrumentos musicales asiáticos, son una delicia para los sentidos.
Cierre
Como se ha mencionado anteriormente, encarar (y terminar) Sifu va a requerir de un cierto nivel de resiliencia al fracaso. El segundo boss es la materia filtro y va a coartar todas las chances de progreso si no entendimos cómo funciona el juego. Si disfrutaste de obras como Furi o el anteriormente mencionado Sekiro, Sifu te está buscando. Su duración puede ir de las 3 a las 10 horas dependiendo de nuestro nivel de habilidad. Su precio varía bastante también: u$8.49 en el store de Epic y u$s49.99 en el store de PlayStation. No requiere de mucha técnica saber en qué plataforma nos conviene convertirnos en un maestro del kung fu y las finanzas.
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