Si bien parte del ritual de jugar juegos de mesa incluye el sentarse en una mesa enorme con amigos y familiares y desplegar todos los componentes cual cazador que alardea de su presa, existen también algunos títulos rápidos que cuentan con muy pocos componentes. Pero no por eso menos eficaces o divertidos. A veces, incluso, al contrario. Y Skull es uno de los ejemplos.
Quienes recuerdan la escena de Piratas del Caribe 2 en donde están jugando a los dados tienen casi el 80% en el bolsillo. Se puede explicar en menos de 2 minutos, incluyendo una extensa pausa en el medio para preparar un buen sándwich de jamón crudo. No necesita la ceremonia de una mesa, ni el silencio absoluto para estar concentrado, se puede jugar en cualquier lugar. Y casi que pide a gritos ser jugado en un bar.
Es ante nada, un juego de bluff, o blufeo si prefieren. Los españoles suelen también llamarlo farol. Básicamente es simular una acción que en realidad no hay intención de concretar. Banquen un segundo que voy a buscar la mostaza.
En Skull tenemos cuatro cartas, una con una calavera. Y el que la levanta, pierde. Sí, obvio que hay un poco más, pero en definitiva es eso. Es un juego en el que hay que mentir, blufear y hacerle creer al otro que estamos mintiendo cuando en realidad no tenemos nada que ocultar. O hacer exactamente lo contrario.
Entonces, como se podrán imaginar, Skull ocurre tanto en la lectura de las caras de los otros jugadores, como en las cartas que uno tiene para jugar. Quizá incluso más en la primera. Esto le confiere el cliché de: “juego fácil de aprender, pero difícil de dominar”. Aunque siendo, en esta ocasión, es 100% verdad.
Estamos ante un juego cruel, en el cual se castiga a los perdedores y aumenta la ventaja de los ganadores. Algo así como la vida misma. Nada de equiparar o darle chances al que está perdiendo. No señor. Quiere que aprendamos a mentir, engañar y engatusar de la mejor manera posible. Casi que salimos de jugarlo con un título de abogado.
En un mercado donde abundan las reglas difíciles de aprender y lentas para jugar, Skull se destaca por su ritmo rápido y dificultad reducida, apta casi para cualquier persona que tenga una comprensión básica sobre el bluff. Además, los momentos finales, en los que toca dar vuelta la última carta, son una genuina montaña rusa de emociones, por lo que ayudan a un enganche casi instantáneo.
Ideal para persuadir a un grupo de amigos que se juntan a jugar al poker simulando ser gangsters de película de Scorsese. Aunque sabemos que en el fondo desean jugar un buen juego de mesa.
Aparte, buena noticia es que, aunque la versión original de este juegazo es bellísima, es fácil hacer una artesanal si no tenemos plata. Agarramos cuatro apoya-vasos, le dibujamos una cruz a uno ¡y voila! O una calavera, para que se sienta un poco más artísticos y me hagan envidiarlos un poco. Hasta técnicamente podría jugarse con dados, dando lugar al azar y a la apuesta un poco más que a la mentira o a la lectura del comportamiento.
Maldad absoluta es la mía por recomendarles un juego que, sí o sí, requiere de gente para ser jugado, y ustedes mientras tanto haciendo la cuarentena solos con sus gatos.