The Devil in me es la nueva entrega de la antología Dark Pictures, una saga de aventuras interactivas de terror desarrolladas por Supermassive Games y publicadas por Bandai Namco. No ofrece algo demasiado diferente a sus antecesores con respecto a la jugabilidad. Sigue una historia lineal influenciada por las decisiones del usuario, con distintas mecánicas y algunos puzles sencillos, que deriva en diversos finales, muertes de distintos personajes, etc.
Lo que brinda de novedoso son sus personajes, momentos de su historia y cómo se maneja como un slasher clásico. Plantea muchas situaciones e incluso reflexiones interesantes, pero lamentablemente se queda en el medio y no pasa de ser entretenido pero pochoclero. Pero primero lo primero.
Slasher para principiantes
El slasher es un subgénero del cine de terror que se caracteriza por la presencia de un asesino, usualmente enmascarado, que aniquila brutalmente a jóvenes o adolescentes unidos por algún hilo o patrón temático en común. Su primer exponente puro fue Halloween, de John Carpenter; pero puede argumentarse que tiene fuertes influencias de Hitchcock y el giallo italiano. Algunas de las características principales de este tipo de historias residen en el propio asesino, generalmente un psicópata con un intenso perfil patológico que va siendo revelado a medida en que avanza la trama.
Las muertes suelen ser bizarras, increíblemente retorcidas, con un propósito visual definido. La sangre, las tripas y los desmembramientos están a la orden del día. En el universo del slasher todo es intenso. Los protagonistas tienen arquetipos establecidos y rígido, hay muchísimo sexo, drogas, alcohol y una historia trágica que de alguna manera establece lazos invisibles entre las víctimas y su perpetrador.
Otro rasgo interesante es la presencia de las final girls (chicas finales). En las películas del giallo, los asesino solían estar obsesionados con mujeres jóvenes, frágiles y hegemónicamente bellas (blancas y hetero cis, obvio). Estas muchachas oscilaban entre lo inocente y lo sexual, trazando una línea muy fina entre la fantasía teen y el sexploitation (una teta Carla mostrame, te pido).
En el slasher se establece una comparación muy fuerte entre estas protagonistas y el resto de las mujeres de las historias, que son mostradas como promiscuas y más extrovertidas. Para sorpresa de nadie, son estas últimas las que caen acribilladas a manos del loquito, mientras que las puras se salvan, demuestran su valentía y coraje y llegan hasta el final, de ahí el nombre final girls. Hablame de culpa católica. Si a la película le iba bien, hasta volvían una y otra vez para numerosas secuelas.
Este subgénero explotó en los 80 y no paró hasta el nuevo milenio. A un buen slasher no hay con qué darle. Cualquier fan del terror puede ver las primeras tres de Scream una y otra vez y me niego a creer lo contrario. No es que particularmente den miedo, aunque suelen utilizar los jumpscares efectivamente y a nadie le gusta imaginarse a un asesino escondido detrás de la cortina del baño, sino que hacen de la tensión un recurso fundamental para tenernos generando adrenalina y no nos sueltan hasta el último segundo. Tanto la construcción de atmósfera como el clímax de un slasher son igual de importantes para dejarnos con hambre de más.
Habiendo mencionado todo lo anterior, creo estar en condiciones de afirmar que The Devil in me es efectivamente un slasher, aunque por suerte la historia y los personajes añaden más representación y temas más actuales que “mi novio me quiere manosear dentro del auto en la colina del asesino del gancho pero tengo miedo porque dicen que hay un asesino con un gancho”.
Que salgan los actores
El juego nos pone en la piel de Charlie, el dueño de una pequeña productora que hace un programa de mala muerte sobre asesinos en serie, y sus empleados. Kate es la conductora y al principio parece bastante infumable y creída. Mark es el que filma y fotografía, un flaco con muchas inseguridades, síndrome de impostor y miedo a las alturas. Terapia ya.
Jamie se encarga de la iluminación y es una genia que no se come una, la más rebelde. Erin es la sonidista, también la más nueva del equipo. Es super tímida, tiene asma y la pasan siempre por arriba. Ya con leer estas descripciones es fácil observar por donde van a ir cada uno de los estereotipos. En ese sentido The Devil in me es predecible, como en muchos otros.
El grupo está en riesgo de perder el programa por bajos ratings, pero recibe una oferta que no puede dejar pasar. Un millonario misterioso está haciendo una recreación casi perfecta del hotel en donde el legendario asesino en serie H.H. Holmes cometía sus crímenes y, por supuesto, los quiere invitar. Una red flag del tamaño de La Pampa, dirán ustedes. Pues si. Pero nuestros héroes lo aceptan igual.
The Devil in me cae en la misma trampa de casi todas las entregas anteriores de esta antología y es que los personajes tienen el “síndrome de la estupidez crónica”. No me malinterpreten; todos sabemos que en este tipo de historias los espectadores o jugadores debemos hacer ciertos saltos lógicos y perdonar algunas acciones inexplicables por parte de los personajes porque avanzan la trama.
El problema es que cuando el producto es lo suficientemente bueno y atrapante, estos agujeros pueden ignorarse en favor de las ganas de seguir la experiencia. En este caso los pozos son tan grandes que rompen completamente con el contrato de verosimilitud que uno establece con el juego al empezar.
Sin caer en spoilers, porque a pesar de esto The Devil in me es entretenido y vale la pena jugarlo, los protagonistas ignoran cosas groseras. En un punto directamente pasan por alto algo que uno de ellos mismos comenta al principio de todo. Mientras lo jugás estás en un estado de “¿Pero vos sos tonto?” constante.
Cuando el True Crime va demasiado lejos
Cuando el grupo llega al lugar tan esperado se desayuna con que hay un asesino psicópata suelto en el edificio y todo se convierte en una especie de juego macabro, lleno de trampas, maniquíes espantosos, cadáveres por todos lados y un misterio que resolver. La identidad de quien los persigue y sus motivos se van revelando de a poco, pero casi por casualidad.
En ningún momento los protagonistas hacen un esfuerzo enfático por descubrir nada. Las pistas les van cayendo, medio del cielo, mientras intentan escapar de la mansión de la muerte.
Allí donde la trama queda medio relegada, las relaciones entre los personajes compensan. Todos los miembros del equipo son interesantes, están bien desarrollados y a pesar de lo rígido de sus estereotipos, no caen en lo obvio y poco original. The Devil in me hace un gran trabajo de mostrar las cosas, no únicamente decirlas a través de los diálogos. Las interacciones tienen sustancia y en muchos momentos son lo que sostiene al resto del juego.
Lamentablemente no puede decirse lo mismo de la resolución y el desenlace de la historia. Quedan muchísimas cosas sin resolver y no parecen intencionales. Hay secuencias desprolijas y planteos a la mitad. En varias instancias, por ejemplo, se reflexiona sobre el alcance del género true crime y el efecto que eso tiene en sus espectadores.
Luego de la polémica por la serie Dahmer, que generó una gran conversación colectiva sobre qué pasa cuando se consumen casos cruentos y reales como entretenimiento, este enfoque parecía acertado y muy actual.
Sin embargo esta línea argumental se suelta, se disuelve y nunca jamás se vuelve a retomar. Queda vacía, junto con muchas otras que podrían haber llegado a puertos brillantes. El juego empieza ganando por goleada en el primer tiempo, pero no sabe definir el partido y el final se siente efímero y decepcionante. Chiste mundialero para la época.
Dale que dale con los botoncitos
Con respecto a las mecánicas The Devil in me introduce algunas cosas novedosas con respecto a las entregas anteriores. Casi todas las decisiones son un quick time event, tanto las que son detrimentales para la historia como las que dan un poco de sabor. Vale mencionar que esto puede desactivarse desde el menú de opciones si uno prefiere jugar de manera un poco más relajada.
Hay también ahora un botón para esconderse en situaciones clave (que también es un QTE y puede fallar, lo cual le da mucha tensión y lo hace muy interesante) y las opciones de arrastrarse, saltar, trepar, etc.
Durante la aventura los personajes van cambiando a sus distintos puntos de vista. Todos tienen sus objetos especiales en el inventario que se utilizan para distintas acciones y la gracia es interactuar con el ambiente para encontrar pistas, resolver puzles, descubrir tesoros y las famosas “dark pictures”, cuadros con premoniciones que nos dan una ayudita sobre cómo podemos llegar a morir.
Hay una mecánica en particular que es casi un mini juego en la cual hay que apretar un botón al compás del ritmo cardíaco de los personajes para que se calmen y no sean descubiertos. Eventualmente se puede tornar irritante, pero ese es el punto. Al final termina siendo un gran generador de tensión y aunque me hizo putear hasta en arameo, es un gran hallazgo.
Como en títulos anteriores, la experiencia puede ser individual o acompañada. Si se elige la opción de multiplayer, está la opción de jugar cooperativamente online o en el mismo cuarto pasándose el control. Cada uno de los cinco personajes puede ser manejado por alguien diferente, lo que agrega un poco de picante, sobre todo en pruebas en las que alguien tiene que elegir el destino de otros dos.
Sustos que dan gusto
The Devil in me sale bastante bien parado en su balance, aunque sus errores son tan notorios que no merece el título de gran juego. Está bien, para comprar de oferta. En lo personal mi experiencia en Xbox fue buena, pero al parecer la versión de PC está bastante buggeada así que es recomendable esperar algunos arreglos antes de adquirirlo. Otra cosa que me siento obligada a mencionar, porque siempre lo hago y es lo único que no comprometo, es que existe la opción de ver una instancia de violencia animal. No sé quién de ustedes va a elegir eso, pero aviso de antemano por las dudas.
A pesar de sus desaciertos, esta es la entrega más robusta de toda la antología Dark Pictures. Puede ser completado en alrededor de 10 horas (más si se intentan desbloquear todos los coleccionables) y es una gran actividad para una noche de juegos con amigos, ya sea online o en el mismo cuarto. Tiene potencial para ser mucho más, pero no intenta serlo y nosotros no se lo vamos a pedir.
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