Confesiones de un fan
Ante todo, la honestidad. No solo llevo jugando los Total War Warhammer desde que en el 2016 salió la primera entrega y, sin dudas, la saga es una de mis favoritas en los juegos de estrategia (que, a su vez, es mi género predilecto).
Además, por si eso no alcanzara, soy fanático de Warhammer Fantasy. El universo de fantasía oscura de Games Workshop me fascinó desde que hace muchísimos años, cuando en algún ciber del conurbano encontré por casualidad el sitio de la compañía y me maravillé con sus modelos de miniaturas. Libros de rol, novelas, y, claro, ejércitos para el juego de mesa: todo eso ocupa algún lugar en casa.
Por todo esto era imposible que el hype no me desbordara cuando en 2021 se anunció la tercera entrega de la saga, y apenas el título estuvo disponible, me lancé a el de inmediato. Spoilers: Total War Warhammer 3 es ese título que mi fanboy interior estaba esperando, y no puedo dejar de jugarlo y disfrutarlo. Pero pasiones aparte, vamos a desglosar sus muchísimas virtudes, que culminan con una ya consagrada trilogía apenas opacada por algunos pequeños (pero de fuerte impacto en la experiencia) puntos flojos.
Dando vida a un mundo (para después destruirlo)
La propuesta de Total War Warhammer está pensada por y para fanáticos del universo de fantasía oscura de Games Workshop. Esto, por supuesto, no quiere decir que si el mundo te es absolutamente desconocido no vayas a poder acercarte. Pero si sos algo veterane en este universo, la cantidad de detalles incluidos por les desarrolladores y la importancia dada por les mismes al trasfondo y la narrativa van a hacer que lo disfrutes muchísimo más.
Ya desde el tutorial, que oficia como una suerte de prólogo, queda claro que el estudio decidió apostar fuerte por que la Gran Estrategia corriera codo a codo con la ambientación: incluso si no sos une recién llegade en la saga, el prólogo es muy recomendado por su carga narrativa y por cómo te introduce en el mundo de Warhammer.
La campaña principal, el plato fuerte, sigue estos mismos principios. La premisa es simple pero efectiva: el dios Ursun, deidad patrona de Kislev, una de las más poderosas naciones humanas del mundo de Warhammer Fantasy, es apresado por Belakor, un príncipe demonio del Caos, el gran antagonista de este universo.
Cada una de las 7 facciones iniciales (8 si contamos a los Reinos Ogros, un DLC de lanzamiento) deberán intentar hacerse con Ursun por sus propias motivaciones, debiendo adentrarse en los infernales Reinos del Caos y enfrentarse a legiones de demonios para conseguirlo. Por si fuera poco, paulatinamente se abrirán portales del Caos por todo el mapa de campaña, que corromperán nuestros dominios y de los que brotaran hordas interminables de seres infernales dispuestos a acabar con el mundo. Suena épico y te aseguro que jugarlo lo es más.
Todo en esta campaña está pensado desde un profundo respeto y cuidado hacia el mundo de Warhammer Fantasy, buscando que la prioridad sea la inmersión en el mismo y su aura de fantasía oscura y decadente. El mapa de campaña (el más grande hasta la fecha) fue totalmente rediseñado, con un nuevo estilo artístico más sombrío acorde a esta sensación constante de fin de los tiempos.
Los escenarios de nuestras batallas son espectaculares e imponentes, y se siente totalmente diferente combatir en las laderas de unas montañas nevadas de Kislev, con ruinas enanas en el horizonte, a hacerlo en un coliseo ardiente en el Reino del Caos de Khorne, el dios de la sangre. Pero, claro, donde todo esto brilla es en las nuevas facciones. Que dos de ellas (Catay y Kislev) hayan sido pensadas desde cero junto con los equipos de Games Workshop en base a los modelos que tendrán en el próximo boardgame de la compañía nos dice mucho sobre el trabajo y la dedicación de Creative Assembly.
Llenas de personalidad y carisma, vas a disfrutar zoomear en el campo de batalla para ver a tus nuevos ejércitos, sean estoicos kislevitas o sonrientes demonios de Nurgle. Por todo esto, cuando esos nuevos ejércitos se encuentran en el campo de batalla, los enfrentamientos son más impactantes que nunca, con efectos y animaciones de combate muy detalladas y dinámicas.
Entre tanto amor y mimo, la banda sonora, es cierto, se queda bastante corta. Se repite la música épica genérica de los anteriores juegos de la saga, sin mucha personalidad, y que se vuelve monótona e intrascendente al poco de empezar. Pero a pesar de ello, queda claro que, si el objetivo de Creative Assembly era que se sintiera como el cierre épico de una trilogía cinematográfica de fantasía, con un mundo al borde del apocalipsis, lo han logrado.
Una vieja fórmula con nuevos matices
Mientras que en cuanto a ambientación y narrativa el titulo apuesta fuerte, en los aspectos jugables no deja de seguir las bases de los Total War previos, pecando de continuista. Es cierto que cuando algo funciona, y mucho, no tiene sentido cambiarlo, pero sabiendo que estamos ante la última entrega de la saga se esperaría que se tomen algunos riesgos mayores. Las dinámicas de la campaña principal y de la multijugador, si bien tienen notas únicas dadas por los objetivos específicos que plantea, siguen el mismo patrón de siempre: construir asentamientos, amasar ejércitos, conquistar nuevas provincias e investigar nuevas tecnologías. Un Total War de toda la vida.
Sin embargo, hay algunos cambios con respecto a los anteriores Total War que se agradecen, sobre todo en el plano de la diplomacia. Tomando las enseñanzas de otras entregas de la franquicia (como Troy o Three Kingdoms) esta ha sido rediseñada para volverla mucho más ágil y divertida, supliendo una de las principales falencias de la saga de Warhammer Fantasy.
Ahora, incluso, vas a poder contratar unidades de las facciones de tus aliados en tus ejércitos, lo que abre enormes posibilidades estratégicas. También, y a pedido de la comunidad, se han rediseñado los asedios. Aunque prometían batallas escalonadas y complejas, estos siguen sintiéndose algo simplones y tediosos. Sin embargo, el que ahora las batallas por los asentamientos menores se den en estos mismos asentamientos defendibles y no en campos abiertos se agradece.
Otra innovación, ya en el plano del multijugador, son las batallas de Dominación, que remplazan completamente el anterior formato de combate genérico. A partir de este título, jugar online contra otros implicará que debemos tomar una serie de zonas del mapa y mantenerlas hasta que lleguemos a un determinado número de puntos. La comunicad está dividida entre si esto es un modo mejor o peor que el clásico y solamente el tiempo dirá si se mantiene o no logra calar entre el reducido e intenso grupo de los jugadores competitivos del multijugador.
Claro que, si hablamos de innovaciones, las más notorias van a estar presentes, como siempre, en las mecánicas propias de las nuevas facciones. Total War Warhammer 3 propone las que, seguramente, son las facciones más únicas y originales de toda la saga. Cada una de ellas presenta dinámicas propias sumamente divertidas y que hacen que la campaña (de por si la misma para todas) tenga ese sabor a diferente dependiendo de con quien la juegues.
Desde la Armonía de Catay, que te obliga a que cada aspecto de tu civilización (incluido los ejércitos) esté en equilibrio hasta las eternas maquinaciones de los demonios de Tzeentch, que pueden jugar con la diplomacia del mundo y hacer que facciones enteras entren en guerra según su conveniencia: cada experiencia será diferente. El componente sandbox de todos los Total War aquí llega a una nueva escala, y te aseguro que cada una de tus campañas va a sentirse como una nueva aventura.
Cuando más no siempre es mejor
Pero no todo son puntos altos. Otra de las premisas de este Total War es dar más, mucho más, de todo lo que lo caracteriza. Aunque, como venimos analizando, esto no deja de agradecerse, y el tamaño y la rejugabilidad del título van a ofrecerte muchísimas horas de diversión, en algunos aspectos esta idea trae problemas que limitan bastante la experiencia.
A tono con la ambientación apocalíptica del mismo, les desarrolladores claramente han decidido apostar por una campaña principal mucho más difícil que la de sus predecesores. Si bien esto no es de por sí algo negativo (sobre todo teniendo en cuenta que ofrece muy buenas opciones de accesibilidad que incluyen una dificultad ajustable), en los modos más difíciles se cruza la barrera que divide lo desafiante de lo injusto.
Como en otros juegos de Gran Estrategia, el recurso elegido para elevar la dificultad es buffear a la IA, y en Total War Warhammer se siente que, al menos a partir del modo Muy Difícil, esto rompe el título. A los pocos turnos vas a encontrarte con que los enemigos tienen, literalmente, legiones interminables de ejércitos, y que sos el único bastión contra sus hordas, por que tus aliados tienen un nivel bajísimo.
Por si fuera poco, la autoresolución de las batallas en estas dificultades es absurda, y un ejército completo de unidades de elite puede perder la mitad de sus efectivos en una simple escaramuza. Todo esto te lleva a que te veas obligade a luchar todos y cada uno de los enfrentamientos, y que, por momentos, el tedio y la frustración le ganen a las demás virtudes del título. Es de esperar que un futuro parche resuelva estos problemas, pero no deja de ser una mala nota que, lamentablemente, hace que una buena sinfonía desentone un poco.
Conclusión
Con Total War Warhammer 3 se cerraba una de las más afamadas y premiadas sagas de Gran Estrategia, y Creative Assembly estuvo a la altura de las enormes expectativas que esto entrañaba. Desarrollaron un juego monumental, épico y, sobre todo, cargado de amor por el universo de Warhammer Fantasy, que te asegura interminables horas de diversión y desafíos, sobre todo teniendo presentes el mar de DLC que seguramente estén próximos a arribar.
Aunque esté lejos de ser una apuesta arriesgada, y algunos fallos en la dificultad puedan agriar tu experiencia, es una apuesta segura, un mundo en el que sumergirse de lleno a comandar legiones decididas a dar una batalla desesperada contra todo pronóstico de victoria. Porque Warhammer Total War 3 es una despedida, pero que vale la pena volver a visitar una y otra vez.
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