Como si de algún modo el universo supiera cómo nos sentimos las mujeres involucradas en el mundo de los videojuegos, arranqué este 8M discutiendo con uno más de ese montón de hombres que cada año, cada mes y cada día de mi vida que decido hablar sobre el tema, cuestiona mi lugar como participante.
Esta vez fue por no ser desarrolladora, como si de alguna forma este nicho se redujera a quienes hacen los productos. Pero muchas veces las excusas son otras.
Hoy se trató de uno que tiene ganas de que todo el mundo ame sus juegos y opine de la misma forma, y quienes no forman parte de ese grupo… bueno, que mejor no opinen porque no desarrollan. Y yo caigo en esa porque todavía no me despego de los prejuicios con los que me crié, esos que día a día lucho por eliminar de mi vida.
Por eso estudio guion. Un poco porque quise, otro poco por el deseo de tener un título colgado y otro, lo admito, porque me gustaría participar del desarrollo de un videojuego. Para que dejen de acusarme de estar en el lugar equivocado cuando levanto la voz sobre cualquier tema.
Este rubro siempre se ha caracterizado por tener una minoría de mujeres, que por suerte año a año va aumentando, pero que aun así divide las aguas entre quienes se quejan de “las minitas” y quienes se quejan de que “no hay minitas”. Por suerte he tenido la fortuna de conocer a algunas personas, pocas, que simplemente se lamentan de que no sea toda la humanidad la que juega, sin poner etiquetas según lo que tenemos entre las piernas. Y mucho menos un catálogo de videojuegos de Barbie a nuestro sector.
Pero igual, sigue siendo curioso como se asemejan esas personas que no quieren que “vengamos a invadirles el mundo” a quienes parece que quisieran que sólo desarrolladores hablen de esto. Imaginen, solo por un segundo, lo que debe ser para una persona así enfrentar una opinión discordante de una mujer que los desarrolla. Y ahora, vayan más allá todavía, e imaginen lo que es vivir siendo esa mujer.
No importa lo que hacemos ni como avanzamos, siempre seguimos escuchando esto. Lo escuchamos tanto que nos hicimos más fuertes, pero en el fondo tengo el enorme deseo de que se termine algún día. Y, mientras escribo, se me caen las lágrimas, recordando cada momento en que tuve que ser la mejor en una lista de kills, la mejor del cyber, la mejor del MOBA de turno, la mejor en todo para que, de esa forma, nadie tuviera ni siquiera el espacio para acusarme de fallar por mi género.
Me habían pedido que escriba una reflexión sobre el 8M pero yo sólo puedo pensar en cerrar este pequeño artículo con una pregunta ¿Cuánto falta para que dejen de juzgarnos por el género con el que nacimos y empiecen a incluirnos como PARTICIPANTES del mundo de los videojuegos? Queremos jugar, disfrutar, vivir una experiencia con un juego, sentir esa adicción de querer llegar a casa solamente para ejecutar ese archivo y sumergirse un rato más. No es tan difícil de entender y quizá por este medio tan hermoso se podría llegar a un lugar que desconocemos.