En el año de nuestro señor, 2007, el mundo gamer y, en particular, los usuarios de XBOX 360 presenciaron la llegada de uno de los 6 mejores juegos en ventas de ese año. Un título alabado por la crítica por su increíble desarrollo de los vínculos sociales y personales, en la creación de una galaxia viva y acomplejada por su historia llena de eventos realistas y que invitaban a la discusión filosófica. Los fanáticos del western RPG lo conocen como la apertura a una de las mejores sagas del space opera y la ciencia ficción… Otres, aquelles que solo escucharon de nombre a la leyenda, lo conocen como Mass Effect *suena música épica compuesta por Jack Wall*.
Hace falta calibración, Mass Effect
Sin embargo, hoy, y como bien le sucedió a NiLe en su primer contacto con la saga, nos encontramos rememorando la primera entrega que dio nacimiento a un fenómeno de la ciencia ficción que no tuvo la fama que se merecía. Quizá esto radica en el hecho de que, si bien innovadora y que tomó mucho de su antecesor –Knights of the Old Republic-, Mass Effect sufrió de crasos errores de diseño en el área del combate y la exploración. Momentos llenos de vida, como en la Ciudadela, se estampan de cara contra el suelo en interminables y similares escenarios de exploración de planetas casi vacíos y, cuando no, repetitivos. Todo plagado de un combate… cuestionable.
Es quizá el leitmotiv de la saga entera, el moverse entre la grandeza y la desilusión. Algo que Pol Vecchio en su primera impresión de la versión Legendaria notó el año pasado. Entonces, ¿qué rememoramos hoy 20 de noviembre? ¿Por qué cada 7 del corriente, la comunidad de Mass Effect se junta en cual red social se les ocurra para festejar el “N7 Day” al grito de “4 de mayo, LTA”? Bueno, amén de que Jimena, Juan y NiLe vengan a donde vivo a matarme por la cantidad de negatividad que le estoy tirando a la saga, déjenme contarles por qué creo que hoy, más que nunca, Mass Effect es importante.
Suicide Mission
Acostumbrado a jugar desde la adolescencia tardía, me percaté que soy uno de aquellos que piensa que la narrativa, el arte y el guion predominan sobre el medio jugable. Que, si hay que acortar, que sea por la disonancia ludonarrativa. No es lo ideal (es más, el nirvana sería el equilibrio entre ambos), pero no tengo problemas en comerme un juego simple, como los de Cage o, quizá, tedioso si la trama lo vale. Justamente, ese es el caso de Mass Effect; el brillo, la genialidad de este hijo pródigo de BioWare, resalta en su pericia sobre worlbuilding y el hacernos creer del realismo de los personajes.
En la primera hora se nos imparte la misión tutorial que, no solo funciona como introducción a las mecánicas -duh-, sino que nos brinda un pantallazo de cómo la narrativa y el guion conducirán las vicisitudes de la historia y las relaciones preexistentes. Sin ir muy a fondo con los spoilers, a nuestro protagonista se le explica por qué va a donde tiene que ir (Eden Prime, orgullo de la Alianza de Sistemas y proyecto de colonización exitosísimo) y lo importante de la misión (recuperar una baliza proteana). Con prestar un poco de atención, nos damos cuenta que hay un entretejido político y geopolítico que se disputa sobre algo bastante “mundano”.
Más aún, esta tendencia a meter el lore, los roces entre especies, las ambiciones o pretensiones de cada interlocutor es una constante excelente y exquisita en toda la saga. No es de extrañarse, valga la pena mencionar, ya que los guionistas (con Drew Karpyshyn a la cabeza) y Casey Hudson en la dirección tienen o trasfondos en el estudio de la ciencia o pericia en el arte de escribir a cerca de la ciencia ficción. La poco usual tormenta perfecta.
I was lost without you
La otra rama argumentativa es lo personal, que se siente en el solo hecho de hablar con los personajes que plagan el mundo de Mass Effect. Suena a algo simple, ¿no? Crear una selección de personajes creíbles y que se integren al mundo… Ahora súmenle que cada une, además de creíble, te transmita la idiosincrasia de su raza, oficio y que, además, cambie (aunque sea un poco) a lo largo del título -ni hablar de la saga-.
Mucho peso se le da a la segunda entrega sobre ese punto, pero no sería nada sin las pruebas y bases tomadas e instaladas dela primera entrega. ¿Cómo podríamos entender las raíces xenofóbicas de Ashley, la actitud a veces salvaje de Garrus o los complejos de Tali sin antes escuchar de sus propias bocas sus vivencias y sus orígenes? Todo, vale agregar, transmitido por un cast selecto de actores y actrices de voz ejemplares.
La gran cereza de la torta es, a mi parecer, algo que Jimena menciona en su artículo sobre romance y videojuegos: quizá no se sentiría real si no hubiera lugar a poder involucrarnos sentimentalmente con el resto de los grupos de personajes. Nuevamente, la segunda y tercera entrega se llevan los laureles por máxima realización, pero no serían nada si el primer Mass Effect no se hubiera arriesgado, aún cuando quedó expuesto mediáticamente.
An End once and for all
Hay cuestiones más personales en entredicho. Mass Effect es uno de esos videojuegos que, si te agarran, te dejan un trauma o una marca personal cuando sos más chique. Mi caso fue este último; personas muy allegadas a mí habían muerto recientemente, me estaba inmiscuyendo en los cambios de los videojuegos a nivel industria e, incluso con la aparición de títulos gráficamente mejor logrados o artística y narrativamente más mediáticos y apetecibles (Bioshock y Assassins Creed, por ejemplo), Mass Effect estuvo ahí cuando lo necesité.
Casi como si del destino se tratara. Me enseñó lo que verdaderamente era un personaje femenino cuando muchos otros eran solo moldes vacíos, me mostró facetas de los videojuegos que no conocía y me involucró en un fandom que, no será el mejor o el más grande, pero orgullosamente celebra el N7 Day. Hoy por hoy, la saga todavía puede hacer todo eso gracias a su versión “legendaria” y al incansable trabajo de la comunidad de modders ahí afuera. Así que, ¡feliz aniversario, comandantes!
Si llegaste hasta acá y te gusta lo que hacemos en Press Over, medio independiente hecho en Argentina, siempre nos podés apoyar desde la plataforma de financiación Cafecito. Con un mínimo aporte nos ayudás no sólo con gastos corrientes, sino también con la alegría de saber que estás del otro lado.