Cuando se anunció que Assassin’s Creed se tomaría por lo menos un año de respiro tras 7 temporadas seguidas en el mercado, desde Ubisoft aseguraron que habían llegado a esa conclusión para buscar, de alguna manera, la reinvención.
Pero cuando se presentó Assassin’s Creed: Origins en la E3 2017, esta renovación no parecía tener la profundidad que muchos imaginaban. Se eliminó el mini-mapa, se agregó una brújula al mejor estilo Skyrim y se sumaron sistemas de progresión para el personaje y para sus armas. Por lo que no hicieron más que sumar mecánicas RPG (como hacen todos los juegos de la actualidad) al mismo gameplay que ya conocíamos como la palma de nuestras manos.
No se animaron a más. No hicieron la de Santa Monica Studio con God of War, que, cuando sintieron que ya no había nada más que contar, no solo modificaron su mitología sino también su gameplay y enfoque de manera radical. Decidieron quedarse en su zona de confort. Cambiar algunos detalles a modo de maquillaje, que pueden ser relevantes para algunos y no tanto para otros, y se permitieron localizar el juego en Egipto como tanto pedía su público.
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¿Es poco? Como les decía, para algunos puede que no, pero para mí sí. Esperaba un golpe de timón. Ver el primer gameplay y decir: “Wow, esto no parece Assassin’s Creed”. Pero eso no pasó. Me encontré con otro juego de los asesinos, en el lugar que soñé durante estos últimos años, pero con arco, flecha, subidas de nivel y la moda del momento, cofres sorpresa (la caja, la caja, la caja!).
Aunque, por supuesto, eso no significa que no vaya a jugarlo ni que la gente no lo compre. Al fin de cuentas, los juegos de la saga, con todos sus defectos y repeticiones, tienen un público cautivo y terminan por ser divertidos y educadores. Por lo que seguramente el nuevo Assassin’s Creed se venda muy bien, aunque sin tantas sorpresa como esperaba.
[perfectpullquote align=»full» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»35″]Esperaba ver el primer gameplay y decir: “Wow, esto no parece Assassin’s Creed”.[/perfectpullquote]
Desde hace años, las diferentes entregas se transformaron en simple turismo histórico, tal como hace Leyendas del Mañana en la TV. Con nula fuerza argumental y con una excesiva cantidad de misiones secundarias, tareas, mandados y recolección de objetos inservibles que solo parecen estar ahí con el fin estirar la vida útil del título o en última instancia para la obtención de trofeos (parece que eso ahora va a cambiar).
La esencia de los primeros títulos, como nosotros jugando a ellos, se perdió por el tiempo. Vaya paradoja.
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Se añoran los diálogos llenos de matices, donde nadie era ni muy malo ni muy bueno, y donde cada personaje tenía una razón para sus actitudes. Personalidades fuertes y bien desarrolladas como la de Ezio. Personajes secundarios relevantes como Da Vinci, Al-Mualim, Lucy, los Borgia, le daban a las historias de cada una de las entregas un trasfondo sumamente interesante, más allá de la ciudad de turno.
Pero Assassin’s Creed 3 fue el punto de quiebre. Al terminarse una gran etapa, se prescindió de un protagonista con desarrollo para dar paso a una supuesta identificación del usuario con un sujeto de prueba “X” de Abstergo. Al presente se lo erradicó de a grandes tajos juego a juego y, en consecuencia, el turismo histórico del que les hablaba antes se profundizó aún más.
El foco de la novedad ya no era la trama (el gran punto fuerte de la saga) sino por cuál de las ciudades saltaríamos de techo en techo esta vez. Y puede que te funcione un tiempo, pero si descuidas la calidad técnica con tal de lanzar un título todos los años, sólo generas que la IP se desgaste y tenga que frenar un poco para tomar impulso.
Entonces, la pregunta del millón que ya hicimos en la bajada de esta nota es: ¿Frenaron para reinventarse como afirmaron, o simplemente para poder volver medio maquillados con un año de respiro?
Sólo lo sabremos cuando probemos Origins de primera mano, aunque hasta ahora todo indicaría que la respuesta correcta es la segunda. Cuando sepamos realmente si volvieron a la raíz y el guión nuevamente es el protagonista de la saga. Cuando descubramos si Egipto es un condimento más para el reinicio o si simplemente es parte del tan temido maquillaje.
Ubisoft tiene la oportunidad de revitalizar una saga que el 13 de noviembre, dos semanas después del estreno de Assassin’s Creed Origins, cumple nada menos que 10 años. Y, con una serie animada por el camino, otra para Netflix en el horizonte y el futuro transmedia de este último juego, no creo que quieran tirar una década por la borda.
Las sensación es que los asesinos y templarios todavía tienen muchas historias que contar, y yo no me las quiero perder. ¿Ustedes?