Desde los comienzos de nuestra historia, los seres humanos hemos recurrido a diferentes expresiones artísticas para comunicar un mensaje, transmitir lo que sentimos y, sobre todo, para dejar nuestra huella. Un dibujo, una canción, una pintura, una obra audiovisual, un videojuego. Las formas han cambiado pero nuestro deseo de conectar y perdurar a través del arte, no tanto.
Este es el espíritu que atraviesa a Behind the Frame, un juego del estudio taiwanés Silver Lining, que nos pone en los zapatos (¡y el pincel!) de una joven artista que está comenzando su carrera.
Con un estilo de animación que hace homenaje a Studio Ghibli, nos adentramos en el pequeño departamento de la protagonista y llevamos adelante su rutina: preparamos el café, salteamos unos huevos, ponemos algo de música y luego, nos disponemos a pintar. El taburete de pintura se encuentra al lado de una ventana, a través de la cual podemos ver a un curioso vecino, ya entrado en años, que también se dedica a la pintura pero quien nunca parece notar que estamos allí.
El juego nos presenta una dinámica en la que, guiándonos a partir del boceto, vamos coloreando el cuadro que nuestra artista presentará en una exposición en New York. Sin embargo, a la paleta le faltan los colores necesarios. Al comienzo, solo contamos con el color amarillo pero nuestra obra necesita verde, rojo, azul, blanco y violeta. Y aquí aparece el elemento argumental clave: la historia de la artista está plagada de vacíos, de elementos que se pierden, de recuerdos fragmentarios.
Completamos el formulario para la exposición y se borra al día siguiente; las paredes del departamento están llenas de cuadros a los que parece faltarles algo; tenemos que terminar la pintura pero nos faltan los colores. Será nuestra tarea ir completando lo que falta.
Recorriendo los acertijos de la memoria
Para ir rellenando los vacíos, tendremos que resolver algunos puzles que rápidamente revelan ser más que simples acertijos para encontrar los óleos necesarios. Le toca al jugador ir recogiendo las pistas necesarias que van apareciendo a lo largo de los episodios y registrarlas en una bitácora de artista, a manera de diario.
Con ellas, se nos abren pequeñas puertas al pasado de la protagonista, en el que el misterioso vecino tiene un rol central. A través de la ventana vamos observando cómo crea diferentes cuadros, que parecen corresponderse con aquellos que decoran las paredes de la protagonista pero con diferencias. “¿Qué historias se ocultan detrás de cada cuadro?”, nos pregunta el juego y es eso lo que tenemos que averiguar.
Los acertijos nos van revelando qué cosas le faltan a las viejas pinturas y, de ahí en más, literalmente vamos coloreando recuerdos: cada cuadro se corresponde con un momento preciso en la historia de amor entre una chica y un joven misterioso. La pintura, el arte y un gato de color naranja son el hilo conductor que recorre el romance, en el que podemos sumergirnos a través de escenas en 360, en las que las pinturas cobran vida y podemos ponernos en la piel de los amantes, como si hubiéramos estado allí, junto a ellos.
Estos recuerdos van cobrando sentido a lo largo de los episodios, a medida que entendemos que estamos reconstruyendo, a través de colores, pinturas y bocetos, aquello que nuestra protagonista pareció olvidar: que vivió una gran historia de amor, de la cual queda registro en su portfolio artístico.
La memoria y el arte se unen en Behind the Frame para recorrer la historia de la pintora, en la que recordamos a su gran amor que ya no está, pero también como ese amor fue floreciendo a la par de su creatividad y de sus pinturas. En el capítulo final, llegamos finalmente al presente y nuestra pintora ya es una persona mayor, que está presentando la obra de su vida. Esa obra que fuimos rearmando con ella.
Otra forma de dejar registro
La clave del juego está en la experiencia que genera: es imposible no sentir ganas de tomar un pincel propio y dejarse llevar por la inspiración. En el mundo de Behind the Frame no importa si tu pulso es flojo, si no sabés combinar colores o si cualquier figura humana te sale desproporcionada. Basta darle play para convertirte en artista y completar un boceto o colorear una pintura.
En una era en la que nos preocupamos por documentar en redes sociales cada detalle de nuestras rutinas, Behind the Frame nos propone algo diferente. Las fotografías y los reels pueden ser muy divertidas pero muchas veces se pierden en el torrente incansable de internet. En cambio, sentarnos a crear una pequeña obra de arte puede permitirnos revalorizar los verdaderos momentos importantes y conectar con nuestro presente y nuestro pasado de una forma diferente.
Inmortalizar a través del arte puede ser un mecanismo poderoso para enamorarse de la propia vida y para revivir momentos transcurridos de otra forma. Es difícil ir en contra del ritmo vertiginoso que nos impone la vida en este momento, claro. Pero tal vez se puede frenar y permitirse un momento de quietud frente a un lienzo en blanco, con el único objetivo de capturar aquello que nuestros ojos están viendo.
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