En búsqueda de etiquetas
Como muchos de los niños con arrugas que crecimos en los 90, la bisexualidad fue un tema desconocido para mí hasta años después de mi adolescencia. Tuve la suerte de crecer con una familia que no reprimía mi curiosidad. Siempre estuvo a mano la educación sexual y las respuestas a todas las preguntas, por más “zafadas” que fueran. En aquel momento todos éramos copados con la comunidad LGBT+, hasta que nos enterábamos que había alguien cerca.
“¿Viste mi amigo Fran? Le confesó a todo el curso que era gay”. Fran fue por mucho tiempo la comidilla del grupo en mi ciudad del conurbano. Hoy en día es uno de mis mejores amigos, una de las personas más auténticas, divertidas e inteligentes que conozco (nombre cambiado, por supuesto, a propósito de esta nota). No me imagino como debe haber sido para él salir del closet en ese momento. Ser gay era algo que se escondía, y con razón.
Según el semiólogo y filósofo argentino Eliseo Verón, «En una sociedad mediatizada (como la teníamos en esa época y se refuerza día a día en la actualidad) los medios de comunicación no son simples representaciones de la realidad, sino que son parte de su construcción, o al menos de la construcción de su dimensión significante.« Eso es lo que conocemos como sentido o “sentido común”. Entonces, ¿Cómo era siquiera posible salir del closet en un momento en el que lo único que se mostraba sobre lo LGBT+ era promiscuidad, enfermedad, condena, vergüenza y secretos?
Mi amigo no creció viendo en la tele o en los fichines a alguien con quien pudiese sentirse identificado, algún personaje ficticio (o no) que le diera la confianza para encontrar seguridad en quien era. O tal vez sí, pero las representaciones eran pocas y marginalizadas.
Lo mismo me pasó a mí.
Cuando tenía 12 años mi mejor amiga se había puesto de novia con un pibe más grande. En ese momento jugábamos a Sims. Por supuesto nos habíamos hecho a nosotras mismas, casadas con los chicos que nos gustaban. Poco tiempo después mi amiga me dejó de hablar. Decía que yo era muy demandante, que no la dejaba pasar tiempo con su novio, que la llamaba todo el tiempo. En ningún momento se mencionó la palabra celosa, pero estuvo en el aire, como un arma cargada.
Una noche volví a abrir Sims y jugando conmigo mi PJ autobiográfico (ponele) me encontré con el de mi amiga y nos hice besar. Inmediatamente cerré el juego y me largué a llorar desconsolada. Tenía terror. Si alguien se enteraba, ¿Qué iba a decir? Que yo era lesbiana. Era más el miedo de qué iba a provocarle a mi familia que el de no saber quién era, qué quería. Empecé a cuestionarme. A mi me gustaban chicos, me habían gustado y me siguieron gustando. ¿Cómo podía ser?
Cómo iba a saber yo en ese momento lo que me estaba pasando, que había otras opciones posibles, si mis principales apoyos en ese momento que eran las series de TV, las películas y los videojuegos no mostraban a nadie como yo. No tenía de donde agarrarme. Todos los personajes bisexuales en ese momento se definían de la misma manera: no creían en etiquetas. Pero eso es fundamentalmente tramposo. A veces necesitamos esas etiquetas, las necesitamos para conocernos, para aprender a querernos. Lo importante no es “no etiquetar”, sino entender que esos rótulos no son todo lo que somos, que son una parte de todos los fragmentos de papel que construyen nuestra identidad.
Así que aquí estamos. Pienso hoy en pibes y pibas como yo, que juegan videojuegos en su tiempo libre, que se sientan frente a una PC o a una consola con hambre de consumir historias, de escaparse un poquito del mundo real. Pienso que por suerte la representación LGBT+ avanzó muchísimo. No quiero decir con esto que aún no queda trabajo por hacer, porque lo hay y mucho, pero puedo citar muchísimos ejemplos de títulos que tienen esto en cuenta. Incluso aquí mismo pueden encontrar dos notas que tratan este tema, una sobre el origen de la representación LGBT y otra sobre videojuegos LGBT. De la última seguramente resonarán varios personajes que voy a mencionar a continuación.
Porque la gran pregunta que no puedo evitar hacerme es ¿Dónde está la representación bisexual en los videojuegos? Y no hablo de situaciones como Sims, que bien podría decirse fue el primer fichín que me permitió vivir una experiencia del estilo. Pero allí lo único que se tiene en consideración es la preferencia romántica del jugador y puede ir para cualquier lado. Hablo de productos donde se visibilice y se trate el tema, donde un personaje se reconozca bisexual y lo diga, donde sea parte de su personalidad, de su esencia, de su historia, más no todo lo que tiene para ofrecer.
De repente todo lo que se nos puede ocurrir se comienza a difuminar en una especie de zona gris. En Dragon Age 2 por ejemplo, o en el Baldur’s Gate, todos los intereses románticos podrían calificarse como “playersexuales”. Es decir, la orientación sexual no está predeterminada y depende únicamente de los deseos del jugador. Nada está definido, todo lo decide quién está detrás de la pantalla, no hay etiquetas. Incluso en Mass Effect, que es una experiencia más que recomendable, cayeron en esta trampa. Por suerte para la tercera entrega del juego y Mass Effect: Andromeda, Bioware recapacitó un poco (¡Vamos equipo Vetra Nyx!).
Este sistema pareciera querer borrar la naturaleza queer de los PJ, como si la bisexualidad fuera algo que se elige en el momento, cuando pinta, pero eso no es así. Hoy quiero salir a buscar etiquetas. Quiero salir de esa niebla confusa y buscar visibilidad bisexual, o como quien diría, BISIBILIDAD.
Que los hay, los hay
Empecemos por una saga que ya nombré anteriormente, pero esta vez por otros de sus juegos. Dragon Age Origins desde el punto de vista del gameplay tiene bastantes cosas reprochables, como algunos dungeons que son más pesados que collar de melones, pero incluye dos personajes bisexuales entrañables: Leliana y de Zevran Arainai. Estos dos no caen en ser playersexuales, si no que cuentan sin pudor a medida que se los va conociendo que tuvieron relaciones amorosas y sexuales tanto con mujeres como con hombres (y conociendo a Zevran, seguro con no binaries también).
Incluso al aparecer en otras instalaciones de la saga, esto se mantiene así. Personalmente en mi primera run elegí otro interés romántico, pero mi relación con Leliana fue tan significativa que se convirtió fácilmente en uno de mis personajes favoritos de todos los juegos.
En Dragon Age Inquisition tenemos a Iron Bull (Toro de Hierro). Lo lindo de este PJ (y eso que ni loca pensaba construir una relación con él al principio, me daba medio furro) es que no sólo él es bisexual, sino que toda su sociedad también lo es. Los Qunari no parecen tener concepto de pareja, y no toman en cuenta el género a la hora de tener sexo. Viven la bisexualidad con la misma normatividad con la que nosotros vivimos la heterosexualidad. Te esperamos en la próxima marcha del orgullo Iron Bull.
Borderlands es un juego que amo con locura. Es probablemente el único fichín FPS que disfruto jugar en serio y por horas. Y qué mejor que enterarme de que tenemos personajes bisexuales. Dos, para ser exactos: la diosa de Mad Moxxi y nuestro comando preferido Axton. La confirmación para ambos vino en DLCs, pero bueno, se hace lo que se puede.
If Found… es un un PEDAZO de juego precioso, donde se menciona brevemente la bisexualidad del personaje principal. Kasio, una chica trans, le cuenta a uno de sus amigos que todavía está tratando de descubrirse en ese sentido. “What if I like both? What does it matter?” (¿Y si me gustan ambos? ¿Qué importa?), dice.
Life Is Strange es otro ejemplo que en su momento fue importante para una multitud de gente, tanto en lo referido a la sexualidad como a ciertos aspectos de navegar la adolescencia. Max puede mostrar interés en un chico o una chica de acuerdo a las elecciones del jugador (no digo quienes para no spoilear tanto) y en la precuela Before The Storm tenemos a Rachel cuyos intereses románticos no dependen de las decisiones que se tomen sino que ya está establecida como bisexual de entrada. También hay representación importante en la nueva entrega del juego, True Colors.
En el multipremiado juego de Supergiant Games, Hades (no es chiste, se llevó todo menos el GOTY y jamás entenderé por qué), el protagonista Zagreus puede perseguir una relación tanto con Megara como con Thanatos. Equipo Thanatos por acá. Así que si hacía falta algo para que el Hades fuera más perfecto, ahí lo tienen, vayan a jugarlo ya.
Coming Out Simulator de Nicky Case (¡Reseña acá!) es una representación increíble, no solo de lo que es salir del closet sino de lo que implica hacerlo como bisexual. No cuento demasiado sobre el personaje principal porque es un fichín (más o menos) autobiográfico, pero lo recomiendo muchísimo.
Por último quiero hacerle una mención especial al Undertale, y sobre todo a nuestra hermosa Alphys. Más allá de los memes y del fandom, Undertale es uno de esos juegos que cambiaron algo en mí cuando lo jugué. Tiene representación de todo tipo y no podría terminar esta nota sin hablar un poquito de eso.
Otros personajes que fueron confirmados bisexuales pero que pasaron desapercibido (algunos muy a propósito) son Trevor Phillips del GTA V, Jacob Frye de Assassin’s Creed Syndicate, Mileena de Mortal Kombat (específicamente confirmado en MK 11) y Ciri de The Witcher (cuya sexualidad en realidad se confirma en las novelas). No elijo darles a estos últimos un espacio propio porque más allá de que de una manera u otra podemos llamarlos bisexuales, es cuestionable si realmente es útil una representación tan sutil, o sólo sirve como algo utilitario y accesorio.
El nombre de las cosas
Podría pasar años, meses, días, horas buscando personajes bisexuales en los fichines que jugamos a diario (y no tanto). Probablemente me costaría encontrarlos. Tal vez me esté olvidando de algunos ahora mismo. Lo importante es entender que ser bisexual NO es una zona gris, no es no tener etiquetas, no es estar confundido, a medio camino o una etapa.
Es clave que el arte y los medios que consumimos lo reflejen, que ayuden a construir esa realidad para las miles y miles de personas que alguna vez se cuestionaron si existía un nombre para lo que eran y lo que estaban sintiendo.
No importa si tu interés romántico en este gran multiplayer (que ya se parece más a un battle arena) es un chico, una chica, alguien no binarie o del género que sea, no importa si estuviste en una, dos, tres, mil relaciones o ninguna. Bisexual es válido, sin checklists ni tarjetas de admisión. Citando a los cantautores contemporáneos Hector y Tito: perreo pa’ los nenes, perreo pa’ las nenas.
“Como los nombres tienen poder, las palabras tienen poder. Las palabras pueden crear incendios en la mente de los hombres, pueden robarle lágrimas a los corazones más duros”, dice Patrick Rothfuss en El Nombre del Viento.
Los nombres tienen poder y nosotros tenemos un nombre.
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