Hace tres años publiqué en una revista que no existe más, un artículo que me llevó un año de investigación. Se trataba sobre el feminismo y los videojuegos. Sobre cómo la mayoría de nosotras queremos jugar con personajes que nos representen, y sobre cómo toda multimedia que consumimos, de alguna forma, muestra una irrealidad que nos condiciona, a veces negativamente.
La cuestión es que a raíz de esta nota, que en su momento también republicó La Izquierda Diario, recibí una oleada de comentarios como nunca antes en mi vida. Escribo reseñas, análisis y comparativas desde 2012, pero el artículo que más dio que hablar fue ese. Lamentablemente, por “polémico”.
Publicarlo llevó consigo una catarata de insultos, faltas de respeto, burlas, argumentos contra el feminismo y otra serie de agresiones de las cuales muchas terminaron llegando a mi casilla de correo privada y a mi inbox de facebook, INCLUSO pasados los años. Lo que me llevó a aprender que la mayoría de las personas que forman parte de un grupo de privilegio NO LES GUSTA que se les cuestione su statu quo.
Y tuve que hacer esa parrafada de introducción para conectar con la última polémica, la que desató The Last of Us: Parte II tras su lanzamiento del pasado viernes, y de la que Juan ya escribió al respecto y pueden leer acá.
Pasaron los años y aquellos comentarios sobre que era una exagerada, sobre que las mujeres ya estaban incluidas en los juegos y que el ambiente gamer no era tan tóxico, terminan cayendo por su propio peso, cuando un grupo de personas se pone de acuerdo para hacer review bombing de una obra. Que sí, probablemente le dé más popularidad de la esperada, eso es otro tema que se puede poner filosófico, pero que a la larga termina demostrando cómo el odio por la diversidad termina siendo el común denominador de nuestra comunidad.
Y a nosotres, como periodistas del medio, nos corresponde tomar una postura y hablar del tema, generar una toma de conciencia necesaria que a muchos fans de la corrección política les puede parecer incorrecto, pero los fans de la corrección política tienen esa manía de terminar perteneciendo a grupos que no aboga por la igualdad.
Entonces acá estamos. 2020. Un año donde la lucha pasa por si sobrevivimos a una pandemia, cuestionando nuestra postura en el medio de una crisis económica mundial que exige dar un paso al frente por la solidaridad. Todavía discutiendo sobre si está bien o está mal que UN BENDITO VIDEOJUEGO muestre a dos mujeres besándose, profesándose el amor… como alguna vez lo hicieron Nathan y Elena, Squall y Rinoa, o casi todos los personajes de Dragon Age y Mass Effect.
Desde los primeros trailers que anunciaban este juego se sabía con total y absoluta claridad (que funda su estilo en la narrativa dramática) que iba a tener como personajes centrales a una pareja de chicas. Sabíamos la orientación de Ellie desde The Last of Us: Left Behind.
Pero no, el amor entre dos personas y lo que deciden hacer con sus genitales es problema de todos y todas… no nos alcanza con tener que limitar y discriminar a las personas en la vida real, también tenemos que arrebatarles el “lujo” de poder, por una vez en sus vidas, ver el reflejo realista de cómo se sienten y de sus identidades, tan poco relatadas en nuestra narrativa dominada por la heteronorma, la desigualdad y, ya que estamos, el racismo. Porque bien sabemos lo que pasó hace unas semanas y como la cancelación del evento de Playstation por el duelo de George Floyd causó reacciones de agresividad y contrariedad en relación a esa decisión.
Los comentarios que tuve que leer fueron inauditos y de una sorpresiva variedad. Estuvieron los opinólogos de turno o, como les decimos en criollo, “los hablar sin saber”, que dijeron que todo esto fue clickbait para tapar que la historia es malísima, los de “agenda progre” que nunca faltan con su furia por la movida creciente que intenta recuperar más de un lustro de multimedia heterosexual blanca (y mejor no hablemos de los actores con la cara pintada de negro para las primeras películas de Hollywood). Los que “se cansaron de los gays” cuando todavía la mayoría de los romances que consumimos son heterosexuales y, por supuesto, los que se agarran de estas luchas para sacar sus credenciales fachistas, racistas, religiosas y misóginas.
¡Qué lindo mix! ¿No? Bueno, les cuento que en esta comunidad hay el triple de gente que piensa así. Tristísimo.
¿De verdad queremos que la industria avance con estas cabezas tan cerradas? ¿En qué nos cambia la igualdad entre los personajes? ¿Cómo vamos a hablar de conspiraciones del marketing cuando ABSOLUTAMENTE TODO lo que nos ponen enfrente es para vender? ¿Acaso eso cambia el hecho de que las personas que pertenecen al colectivo LGTBQI hayan vivido una vida de discriminación, sufrimiento y falta de empatía?
Al ambiente de los videojuegos le falta muchísimo por cambiar. Y sus opiniones y sus calificaciones negativas no hacen más que alimentar la evidencia de que lo último que les interesa realmente es disfrutar de un videojuego bien hecho.
Ahora sí, me gustaría quedarme con una reflexión. ¿Cuántas de las personas escupiendo bilis homofóbica jugó realmente el videojuego? ¿Cuántas lo terminaron? Que el universo me libre y guarde de tener que vivir cerca de alguien así de inadaptado y tan carente de amor. Un problema que Dina y Ellie, por suerte, no tienen.