Nos es difícil negar que los occidentales tenemos un prejuicio instalado por la cultura popular respecto a Oriente, y más específicamente con Japón. A raíz de ese vicio, creímos que la mujer era sumisa, callada, dedicada solo a las tareas del hogar, atada a matrimonios arreglados y los intereses de su familia. El amor y los deseos individuales fuera de ese espectro son una cosa prohibida, no hay libertad, no hay identidad. Claro que pensamos lo mismo sobre diversas culturas en tiempos pasados, incluso en ciertos casos, tiempos modernos. Pero, gracias a un videojuego, descubrí que estuvimos equivocados en muchas cosas.
Con los ojos bien abiertos y el corazón en la mano, entendí que Ghost of Tsushima me estaba dando una perspectiva femenina para la que no estaba preparada. Aunque los arquetipos de madre, hermana, hija y amante están presentes en todos los personajes secundarios (que son a su vez sumamente importantes) hay algo que las une y las define para darles una completitud acompañada de esa fuerza arrolladora: ellas son, por encima de todo, guerreras.
En un principio me imaginé que algo estaba desencajado, no estoy acostumbrada a alejarme de ciertos estereotipos instalados en mi cabeza: el eye candy, la mujer superpoderosa o la damisela en apuros. Estuve todo el juego esperando un final que nunca llegó, una unión romántica que salvara al protagonista de su amargura y su pérdida, la mujer que con su toque le de una nueva razón por la cual luchar, pero en el último exclusivo de PlayStation 4 no existe tal cosa, y me atrevo a decir que me alegra.
Es en este momento donde entran las historias de mujeres reales con voz propia, independientes, que buscan su lugar en el mundo y que merecen ser nombradas por cada una de sus características. Esas que las hace únicas.
Por un lado tenemos a Yuna, la representación de la hermana, la ladrona, la mujer que rescata a Jin Sakai de la muerte y lo guía en las artes del sigilo. La frase que la define se da al principio de nuestra aventura cuando Jin se niega a matar por la espalda porque ese no es el código por el que se rigen los samurais: “Nunca tuviste que pelear con alguien que te supere en fuerza”, le dice. Una oración simple que puede pasar desapercibida, pero que encierra un significado sobre la injusticia y la desigualdad.
Con la isla de Tsushima sumergida en la guerra, el objetivo que marca a Yuna es salvar a su hermano Taka de las manos de los invasores para darle una vida mejor, lejos de ahí. Pero ahora hay una deuda que saldar, Jin le debe algo que es más importante que cualquier romance: su vida. Lo primero que se me vino a la mente fueron los parámetros naturales en los que se desarrolla una historia de amor, y lo que me llevó a pensar en ese romance inexistente fueron palabras, acciones del uno con el otro. En ningún momento se me ocurrió que su interacción correspondía más que a una amistad cada vez más inquebrantable, un deseo de bienestar para con el otro. De Yuna aprendí que hay que seguir luchando, por la gente, por la familia, por los amigos, y por una misma.
Luego nos encontramos a Lady Masako, la madre y la esposa que lo perdió todo: su clan, su hogar, el sentido de pertenencia. Todo lo que ella conocía se desmoronó bajo sus pies por obra y arte de la traición. La sed de venganza la desvió del camino del honor, pero es Jin quien la hace entrar en razón. Su historia es agridulce, por decir poco, pero al final, logra entender que la venganza no va a devolverle lo que perdió. De Masako aprendí que, a veces, dejar ir es la mejor forma de honrar a aquellos que perdimos.
Tomoe es parte de una historia de Tsushima, la representación de la hija. La traición es su forma particular de buscar identidad, queriendo desligarse de las ataduras que nunca quiso tener. Habilidosa, desafiante, es muy posible que nuestros sentimientos hacia ella sean negativos de primera mano, pero creo que es con quien más me identifiqué. Su historia es, a fin de cuentas, sobre liberación. De Tomoe aprendí que a veces el precio de la libertad es alto y amargo.
Yuriko, por otro lado, es un personaje mucho más complejo de lo que parece a simple vista: la amante marchita. Una mujer que amó sin ser amada pero fue feliz con lo que tuvo, una recolección de momentos en su memoria que la mantuvieron en pie hasta el final. De todas las historias, esta fue la que me humedeció los ojos y me hizo sentir un nudo en la garganta. De Yuriko aprendí que todos los momentos felices que vivimos son una bendición, por muy efímeros que sean.
Históricamente, no hay errores en lo que Ghost of Tsushima nos cuenta sobre estas mujeres. Las llamadas Onna-bugeisha, samurais femeninas, existieron en las primeras luces de una gran civilización. Fueron, como bien dije, mujeres reales. Sus historias son maravillosas y sorprendentes, muchas de ellas llegaron a ser grandes emperatrices que llevaron a su país a la conquista en el frente de batalla. Y los nombres que vemos en el juego hacen una especie de referencia a personajes históricos como Masako y Tomoe, aunque no estén alineadas con las figuras representadas en el juego al cien por ciento.
Desde que el gaming nació, hubo íconos femeninos que marcaron una tendencia importantísima, desde Samus hasta Elizabeth, Lara y Faith, Ellie, Chloe y Elena. Todas y cada una de ellas tuvieron un peso importante para nosotras. Protagonistas, personajes secundarios, breves apariciones, o incluso “ayudantes” que terminaron cerrando una historia convirtiéndose en las dueñas de su propio destino.
Hay un gran abanico que todavía no terminamos de abrir, pero es un proceso que lleva tiempo para definir nuestro lugar en este mundo que tanto amamos, el de los videojuegos. Podemos sumar a todas estas mujeres que mencioné y acomodarlas en una hermosa posición donde vemos claro cómo se puede representar a una mujer, a un arquetipo que se vuelve maleable, que se adapta a la historia no sólo como una pincelada de color sino como parte de eso que define al juego como es.
Desde el principio, en Ghost of Tsushima, sabemos que el viento a nuestras espaldas es el alma de nuestro padre, pero el pájaro dorado que nos guía a los secretos más gratificantes es la mano de nuestra madre. Esa presencia que nos acompaña a través del tiempo, de la vida y la muerte, la que nos hace ver que el mundo, a pesar de la guerra y el dolor, sigue siendo un lugar maravilloso lleno de misterios y cosas fascinantes por descubrir.
Estamos viviendo una era diferente en lo que al gaming respecta y la posición de la mujer está cambiando, mostrando otra cara de la moneda, donde ya no somos solamente parte del decorado, sino donde nos estamos viendo reflejadas en figuras que nos identifican de formas diferentes.
Ghost of Tsushima es una caricia al alma y una flecha al corazón con la precisión en la mano de una mujer. Este es el camino que tenemos que tomar, sigámoslo.
Hermoso reportaje sobre la.importancia de los personajes femeninos los videojuegos( no solo en GOT).