Este año se celebran los 30 años de Game Boy, la consola que dio alegría a grandes y chicos. Pero yo acá voy a hablarles de nuestras portátiles. Simples cachos de plástico con circuitos y botones filosos o universos de bolsillo. Acompáñenme.
Todo muy lindo. La electricidad, Nicola Tesla, la pila, Raiden, toda esa energía eléctrica que dio vida a muchas tecnologías del futuro. Pero cuando yo era pibe teníamos otro tipo de soporte, los water game. Un adminículo con un botón, donde apretándolo tirabas burbujitas para arriba y tenías que embocar unas arandelas en unos ganchos al mejor estilo Michael Jordan. Te sentías un Aquaman de pelopincho con ese dominio acuático.
Pasaron los años y ahí, gracias a las pilas de relos y demás aditamentos energéticos, aparecieron los «handheld games», unas consolitas portátiles con una pantalla LCD ínfima y dos botones, donde tenías que patear penales, conducir una lancha re loca, ir en un auto. Un fiel acompañante en el viaje a Santa Teresita.
También estaban los tiger, pero eran carísimos y no se conseguían en cualquier lado, así que uno recurría a lo barato y a lo inmediato.
Pero voy a hacer un pequeño parate para hablar de la Electrolab Supervision, consola que era publicitada con un muchacho haciendo cacona mientras jugaba. Una oferta más que generosa. Ahora los videojuegos entraban en cualquier ecuación. Preparar la chocolatada y jugar a la Supervision, jugar a la payana y jugar a la Supervision, jugar a la Supervision y jugar a la Supervision, las posibilidades eran ilimitadas.
Y acá me voy a explayar un rato largo, porque viene la estrella de la noche: una consola que fue el Tte. Mahoney de la locademia de policia de la felicidad. Sin más preámbulos, hablemos del Brick Game 9999 en 1. Simplemente mirar el 9999 hacía temblar una cantidad de multiversos que ni Carl Sagan habría imaginado, imaginábamos un catálogo que rompería al Game Boy, robots, ninjas, guerreros del inframundo, peleadores marciales, Lita de Lázari, Sokolinsky andando en patineta, Morgado rectificando un motor. Ustedes entenderán mi entusiasmo cuando mis padres me obsequiaron esta gema de la felicidad para reyes. Y fue prender esta magnánima consola, empezar a probar juegos y sentir lentamente cómo nuestro corazón había sido estafado vilmente por una manganeta del mercado chino para derrocar al capitalismo en el conurbano. Todos los títulos eran 10 juegos que se repetían en distintos niveles, con un pixel más.
Esta consola, más allá de las horas de diversión que nos generó, fue una gran desilusión de la vida, y nos dejaba pensando si el mundo era real o sólo un sueño. Algo así como el final de Cowboy Bebop.
También hay otras varias menciones especiales, como los relojes de pulsera que tenían jueguitos. Sobre todo un Casio de aviones que fue un antes y un después en mi vida. Pero bueno, me quedo con los que les nombré, que fueron los gladiadores que hicieron combatieron a la gran portátil Nipona. Las Game Boy del Conurbano hacia el mundo. Y vos, ¿qué consola portátil tuviste?