Latinoamérica es un mercado espantoso, sabelo.
¿Por qué no se piensa en los latinoamericanos cuando se hacen juegos? Simple, de la torta del mercado somos una porción diminuta y, encima, una difícil de entender.
Pero si la torta se te complica, te lo cuento más claro. Toda Latinoamérica. Si, toda. Desde Juarez en México hasta Tierra del fuego en Argentina, equivale a un 4% del mercado global.
Por lo que si sos desarrollador tenes dos opciones: hacer algo que trate de ser vendible en USA y Europa (que son dos mercados afines entre ellos por más que en el chart se separen) o directamente apuntas a ASIA y tratas de convencer a los chinos de que tus juegos pasan los requerimientos gubernamentales para ser jugado por su hermosa población.
Latinoamérica y su mercado del 4%, lamentablemente, te tiene que importar poco. Siempre y cuando pienses esto como un negocio. Nótese que estamos hablando de TODA la región, TODA. O sea, si el mercado Latinoamericano es chico, imaginate hacer un juego para un país, para una provincia o para una ciudad.
A menos que tu modelo de negocio sea B2B o B2G, hacer un juego con ese target de audiencia es el equivalente a ponerte un chaleco salvavidas de plomo y tirarte de palomita a un volcán electrificado.
Además, para los desarrolladores del resto del mundo, Latinoamerica es un lugar raro, lejano, lleno de tacos, rumba, tequila, mojitos, chihuahuas, asado, carnaval, playa, la bamba, Messi, fútbol, mi amigo, los cocos, la muchacha, Ricky Martin, junglas, dictadores, y vaya a saber cuantas cosas locas más.
Muchas veces estando afuera más de un desarrollador foráneo se me acercó y me pregunto: “¿Hernán, por qué en Latinoamérica se gasta tan poco en videojuegos? Y la respuesta a esa pregunta tiene cuatro componentes fundamentales. Dos de ellos culturales, uno económico y otro demográfico.
- Los Latinos somos propensos a la piratería. Pirateamos primero y después preguntamos. Y las causas de esto son muchas y muy complejas. Da para todo un artículo solo sobre eso. Pero es un hecho.
- Los Latinos somos reacios a meter la tarjeta de crédito o débito en el teléfono y hacer compras virtuales por miedo a ser estafados o que nos cobren mal. O que nos incauten los ahorros. Es por eso que en brasil las tarjetas prepagas funcionaban anormalmente bien. ¿Lo bueno? Ambos puntos culturales se están revirtiendo.
- No estamos en la parte más próspera del mundo. Si bien no es la peor de las regiones y la calidad de vida en algunos países es bastante buena, sigue siendo una economía tercermundista. Por lo que el consumo desde el componente netamente económico es lógicamente más bajo que en economías más fuertes.
- Latinoamérica representa solo el 8% de la población mundial. Algo que raramente cambie en el próximo siglo y contra lo que no podemos hacer nada.
Ojo! Bienvenido sea que tenemos grandes extensiones de tierra despobladas para corretear alegremente bajo el sol. Pero si a esto le sumamos la piratería, el miedo a la compra online y lo pobretones que somos, el resultado lógico es el actual.
Ahora bien, vale preguntarse lo siguiente: ¿Tiene sentido poner componentes culturales latinoamericanos en un juego? Algo así como “Quetzalcóatl: La Serpiente Emplumada”
Puede que sí, pero no per se. Como tampoco suma hacer un juego de una deidad nórdica como Odin per se.
Latinoamérica tiene una cultura vasta, variada, casi cambalachesca que permite historias fantásticas de todo tipo y que al resto del mundo pueden interesarle muchísimo (a los Grim Fandangos me remito). Pero sin un buen juego, sin buenas mecánicas, sin una buena historia que le de sentido, meterle “latino” porque si, no hace la diferencia. Se siente forzado. Y, además, hay que tener bien en claro que no somos nosotros la audiencia. Por todo lo que hablamos antes.
Los desarrolladores locales que hay (y son muchos y hermosos) están haciendo juegos espectaculares y esta perfecto que encaren los proyectos que tiene ganas de hacer. Con culturas de cualquier parte del mundo. Pero tienen que tener claro que si quieren que la cosa prospere como negocio, tendrán que apuntar sus cañones para afuera. Porque acá, queda claro, el consumo interno es casi nulo.