Luego del extravagante (y un poco inapropiado) intento de adaptar Super Mario Bros al cine que presenciamos allá por 1993, Nintendo logró juntar, más de veinticinco años después, el valor para redimir la presencia del plomero en la gran pantalla.
Fue cerca de 2014 que Miyamoto redescubrió su amor por el séptimo arte, encargándose de unos cortometrajes animados de Pikmin. Este nuevo cariño por la animación seguramente fue el puntapié para sus conversaciones con Chris Meledandri, el CEO de Illumination. Este estudio perteneciente a Universal Pictures es el artífice de la franquicia Despicable Me (conocida en español como Mi Villano Favorito) y por consecuencia, culpable de la fiebre por los minions, quienes le deben muuucho a los rabbids de Ubisoft, pero dejemos esa discusión para otro momento.
Las charlas entre el padre de Mario y el creador de los chizitos con antiparras fueron tan fructíferas que el primero decidió confiarle al segundo las llaves de una más que rentable y esperada adaptación cinematográfica. Seguro, el hecho de que Universal esté a cargo de los parques de diversiones Super Nintendo World no es una casualidad.
El nuevo film está siendo realizado por Universal Studios, con presupuesto aportado tanto por Universal Pictures como por Nintendo. Lo último que supimos sobre esta peli fue a mediados de septiembre, cuando un reporte del sitio web Esquire confirmó que el proyecto seguía viento en popa. Su lanzamiento está programado para el 2022.
Todo marcha de diez, ¿no? Y sin embargo, estoy acá, preocupado. Preocupado porque no puedo formar en mi cabeza la idea de un espectáculo animado no jugable de noventa minutos alrededor de la figura de Mario y su enésimo intento de rescatar a la princesa. Porque creo que la mejor manera de llevar al plomero bigotudo al cine es NO hacerlo el protagonista, por una vez. Y para eso, Nintendo cuenta con una herramienta secreta, pero que está a la vista de todos: Wario.
El primo perdido
Todos escucharon hablar alguna vez de Wario, como también escuchamos hablar de Metal Sonic, Bizarro o Reverse Flash. Los héroes suelen tener alguna contraparte que los emula en forma distorsionada, quizás porque en nuestros peores enemigos vemos un reflejo de nosotros mismos.
Diseñado por Hiroji Kiyotake (el mismo que diseñó a Samus de Metroid), Wario hizo su debut en 1992 de la mano de Super Mario Land 2. En esta secuela, Wario es presentado como un rival que aprovechó la ausencia del protagonista durante el primer juego para robar su isla (sí, Mario tiene una isla propia, como Nicolas Cage).
El nombre Wario deriva del término japonés «warui», que se usa para describir algo malo, retorcido o que no se siente bien. Su creación es otra de las misteriosas conexiones de la franquicia con Popeye, dado que se inspiraron en el personaje de Bluto. Con la diferencia de que en la historia de fondo, contada más en detalle en los cómics que ilustraron las páginas de la revista Nintendo Power, fue Mario quien hizo bullying a Wario durante su infancia, como asignarle las peores y más peligrosas tareas, o jugar a los cowboys y siempre hacerlo interpretar al maleante. También se aprecia que Mario tiene absoluta negación de estos hechos.
Es curioso que para presentar al doppelgänger de bigote afilado, se haya elegido una historia que no ronda sobre la idea de salvar el mundo o a la princesa, sino de proteger la propiedad privada y los intereses personales. Esto le permitió a Wario ser reutilizado en futuros juegos de Nintendo más como un antihéroe codicioso y gruñón que como un villano.
Es por eso que Super Mario Land 3 se convirtió en Wario Land. Bueno, eso y la desesperación del estudio R&D1 por no hacer oootro juego de Mario.
En esta secuela, justito después de ser vencido, Wario sigue con la convicción de tener su propio castillo y se embarca hacia Kitchen Island con la idea de, escuchen esto: recuperar una estatua dorada de Peach robada de Mushroom Kingdom por PIRATAS, luego VENDÉRSELA a Mario y con el dinero obtenido comprar su deseado castillo. De más está aclarar que las cosas no le salen como deseaba y el plomero termina quedando como el héroe cuando en realidad Wario hizo todo el trabajo.
Ahora díganme que no se imaginaron ESA película. Ok, no están del todo convencidos aún, no pasa nada, sigamos.
De Wario Land hubo CINCO secuelas, en las que nuestro amarillento protagonista tuvo que proteger su castillo de los piratas en plan de venganza, además de convertirse gradualmente en un cazador de tesoros. En el medio también hubo un par de plataformeros sueltos, pero es en otro tipo de propuesta en la que cosechó un éxito renovado: la saga Warioware.
Aquí Wario encabeza una serie de minijuegos, los cuales generalmente aprovechan las particularidades de la consola de turno, siempre excusados por alguna premisa ridícula. Ya sea que Wario abrió un parque de diversiones, fundó un estudio de videojuegos, organizó una competencia de esports, se postuló de ayudante en experimentos de laboratorio o encontró una cueva sagrada, estas historias superlativas permitieron la creación de un repertorio de personajes secundarios.
Quizás la más conocida sea Ashley, la joven bruja que siempre está practicando nuevos hechizos. Hasta tiene canción propia, y una aparición en Super Smash Bros. Otros personajes incluyen al gamer empedernido de 9-Volt, la creativa Mona y… ok, ok, me fui por las ramas. El punto es que los personajes para complementar la película sobran.
Mario number two
Ok, si tuvieran que pensar en una peli animada, exitosa, relacionada con videojuegos, ¿hacia dónde mirarían? Probablemente hacía Wreck-It-Ralph, película de Disney estrenada en 2012, que en taquilla logró triplicar lo invertido, además de ser un éxito de crítica.
El protagonista es un arquetipo de villano (en este caso, al estilo de Donkey Kong) que se cansa de su trabajo y abandona su videojuego para invadir otro en el que pueda ser el héroe. Su rival, el bueno de Fix-It Felix, es quien va a buscarlo. Optimista, valiente y abnegado, Felix claramente emula a Mario. Su participación secundaria logra que no nos cansemos de él, mientras que ceder el protagonismo al antihéroe de Ralph permite a la película explorar una historia menos esquemática.
Curiosamente, quien inició esta moda de poner a los «villanos» al frente del largometraje fue, ejem, Universal. Lo hizo con Despicable Me… ah, vieron como dimos la vuelta, ya saben hacia dónde voy.
Lanzada en 2010, Despicable Me está protagonizada por un supervillano llamado Gru que, entre un plan malvado y el otro, adopta tres niñas con las que por supuesto se encariña. La saga vio el origen de los minions además de cosechar una precuela y dos secuelas, una más exitosa que la otra.
Esto prueba por demás que Universal tiene experiencia en poner un antihéroe al frente de la trama. Sería natural en este punto pensar que el equivalente natural es Bowser, sin embargo eso volvería la cuestión demasiado reiterativa. Por eso Wario es la elección superior: permite tener a Mario en segundo plano haciendo sus cosas normales de héroe pero sin incurrir demasiado en su trasfondo ni darle excesivo tiempo de cámara. Wario puede incluso romper la cuarta pared, volviéndolo una suerte de «Deadpool ATP».
Con Wario el camino es libre para divertirse, abrir el juego a historias más alocadas, equipar la narrativa con una plétora de personajes secundarios, y en el camino asegurarse una saga cinematográfica por sobre un único film exitoso pero de manual.
Y ustedes, ¿qué piensan? Dejenme sus comentar… nah, mentira, no me interesa si no están de acuerdo, ¡AGUANTE WARIO! ¡BHAA HA HAHAHA HA HA! ¡PRRRRRRRFT!
La imagen de portada es un trabajo de Raf Grassetti, Director de Arte de God of War.
Excelente analisis.