No puedo comenzar a hablar de Streets of Rage sin una anécdota personal. Soy esto. Un cúmulo horrible de ellas.
A principios de los 90s, en vacaciones de invierno, los padres del conurbano hacían “la visita a la gran capital”. En ese entonces Capital Federal, nuestra Ciudad Autónoma tenía un sinnúmero de entretenimientos para los infantes y pubertos. Entre ellos, los fichines. Uno de los que sacaban el sueño de los hermanos Di Grezia era cierto beat’em up de scroll horizontal creado por Capcom que jamás tuvo versión de Sega Genesis/Megadrive pero sí de SEGA CD porque el universo es muy confuso.
Era amplia la desilusión de la progenie wildense ante tal atropello. Sin embargo, alguien salvaría las papas.
Me voy corriendo a ver
El 2 de agosto de 1991, hace exactamente tres décadas, salía a la luz Streets of Rage desarrollado y publicado por SEGA que quería subirse al tren de los beat’em ups barriales llenos de punks, canallas, malvivientes y malosos.
Nuestros tres protagonistas disponibles: Adam, Axel y Blaze cada uno con su estilo de lucha particular, son ex policías en búsqueda de recuperar su ciudad, dominada por un sindicato mafioso controlado por el Sr. X que ha corrompido las mismas bases de la policía (si, ya se, shockeante).
SEGA tenía experiencia previa desarrollando videojuegos similares dado el éxito del monumental Golden Axe, a la fecha uno de los títulos con nombre más poderoso de todos. “Calles de Furia” o “Nudillos Desnudos: Furioso Puño de Hierro” (increíble nombre también en su versión nipona) y los beat’em up en si estaban a punto caramelo con exponentes como Double Dragon, TMNT, Batman y muchísimos mas que habían mejorado la experiencia y las mecánicas de pelea gracias a la evolución de los controles.
En esa época los videojuegos no solían provenir de mayores rupturas, innovaciones o epifanías a lo “Dr. House”. Como muchos otras entregas, solían surgir de una observación del mercado con respecto a aquello que funcionaba o vendía. Luego se saturaba el mercado con copias diversas de toda laya y calibre. Por eso es correcto decir que el primer Streets of Rage, aunque un juegazo en absoluta ley, tenía bastante de los vecinos de enfrente. Gráficos excelentes para la época con sprites amplios, jugabilidad muy fina, y una banda sonora de altísima factura de parte del compositor Yuzo Koshiro, que también fue productor.
Que dice en mi pared
Dada la necesidad de identificación del gamer americano de a pie, el protagonista rubio y central, Axel, el mas balanceado del trio, era algo asi como una copia de Cody Travers, el protagonista de Final Fight, luego presidiario residente de Street Fighter.
Lo curioso ocurre en sus cofrades: Blaze Fielding, una chica experta en judo, y Adam Hunter, un afroamericano con conocimientos de boxeo.
No tengo que señalar que, en 1991, esto era bastante novedoso por razones ampliamente comentadas en el pasado.
Era de esta singular manera que SEGA pretendía diferenciarse, para bien, de los muchachos mas tradicionalistas de Capcom.
Detrás de la creación de SoR estuvo el equipo Overworks, dentro de SEGA AM1, cuyo líder era Noriyoshi Ohba que fue quien tuvo la idea de hacer un beat’em up similar al éxito que había sido Final Fight pero con un toque propio mas moderno y cuya historia avanzara coherentemente a lo largo de las próximas secuelas.
Es así que en un giro inentendible del destino, tras derrotar al Sr. X, el único del trio que regresa como policía de la comisaria de Wood Oak, es nuestro buen Adam Hunter que no regresa para la secuela. Pero eso es historia para los 30 años de Streets of Rage 2.
La tribu de mi calle
En 1991 no era muy común estar al tanto del desarrollo de un videojuego. Y esto es una atenuación. La información se transmitía en revistas de tirada mensual. No existía el día a día y tampoco lo necesitábamos. Había dos noticias: “Se está haciendo este videojuego” y “Ya salió este videojuego y es muy bueno/muy malo”. Eso es todo. No tenemos ni idea si hubo crunch en SEGA (seguro que si igualmente), mal clima de trabajo (¿en Japón, en 1991? Imposible) o hechos mas turbios. No seré yo, pero algún escritor se va a hacer millonario escribiendo esa crónica con neón de fondo.
Elijo ser pobre rodeado de fichines retro como Streets of Rage a los cuales me entrego en cuerpo y alma cada vez que recuerdo mi infancia con nostalgia. Y es curioso, porque en ella jamás sentí que fuera necesario apuñalar a un policía corrupto. Pero que gloriosas las oportunidades que nos brindan los jueguitos.
Axel, Adam y Blaze, a su salud.
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