Para los seguidores de los juegos con temática narrativa (o prejuiciosamente llamados walking sims), The Big Bad Wolf Studios es un viejo conocido. Su entrega debut pasó como un “doble A” más en 2018, pero hasta Rock, Paper, Shotgun lo incluyó en sus títulos selectos para el año. La segunda entrega de esta desarrolladora, Vampire The Masquerade Swansong, toma el esqueleto de intrigas políticas y duelo de retórica en un fichín que suda Vampiro La Mascarada con cada pixel que muestra.
La premisa es simple: encarnás como jugadore a tres vampiros muy diferentes y con intereses y actitudes bien marcadas en la noche que un trato entre la Camarilla de Boston y el Capítulo de Harthford (una cofradía de Tremeres) iba a tomar lugar. Las cosas, como en toda mesa de Vampiro que se respete, se van al carajo y el Príncipe decreta Código Rojo.
Ahora, como fieles siervos de la Camarilla, no solo se nos asigna la tarea de descubrir la verdad de lo que pasó, sino también cómo podemos usar la situación a nuestro favor. Por lo que, según lo amerite, debemos usar todas nuestras capacidades deductivas y retóricas para sobrevivir en el medio de las intrigas de la Camarilla bostoniana.
El Partido Justicialista de los Vampiros
Desde que el juego arranca, se nos impone la tarea de navegar en la marea de diálogos que dicen poco y mucho a la vez. Cada interacción con otros NPC nos permite saber su pasado, lo que quieren en realidad y, por qué no, imponernos ante elles cuando la relación lo permite. Como dijo Lestat aquella vez: “los vampiros no resuelven viejas injurias, las acumulan”.
Con certeza, se nos presentan personajes con mucho bagaje y bastante robustos en cuanto experiencias. Desde el Príncipe, Iversen, hasta los tres personajes jugables: todes cuentan con un más que interesante dossier que nos explica mucho de dónde vienen y bastante de las relaciones que han mantenido con otros personajes dentro del juego.
De hecho, mientras en el Vampire The Masquerade: Bloodlines siempre existía esa sensación sombría de que éramos peones en un juego de poder (de hecho, nuestro papel era ese), aquí podemos interiorizarnos mucho más de cómo se tejen los hilos de influencias, poder real y cómo, aún en situaciones límite, los “jugadores” no paran nunca de jugar el juego de la rosca política.
Sobreviviendo a la noche
La técnica que utiliza el Vampire The Masquerade Swansong para desarrollar todo este mundo de intrigas es un interesante combo entre la mecánica rock, paper, scissors con el azar y las estadísticas de una mesa de vampiros. Precisamente, cada personaje jugable tiene su conjunto de atributos mentales, sociales y físicos, al igual que disciplinas (excepto por Auspex que la comparten, hasta cierto punto, todes les personajes).
En cada diálogo suele haber un puzle de a ver quién sabe más, en donde se puede seleccionar la opción de diálogo que mejor se ajuste al atributo mental que más domine el personaje. Por ejemplo, en mi partida mantengo a un vampiro muy inclinado a la persuasión, otro a la psicología y el último a la intimidación; es una salida bastante elegante a la pregunta de cómo incluir elementos de un RPG a un título eminentemente narrativo.
Asimismo, no hay mejor ejemplificación que los segmentos en donde se dan los cruces de confrontación: una suerte de bossfights, que no son finales, pero develan muchas cuestiones de la trama o logran objetivos secundarios, aparte de dar recompensas. Aquí se luce bastante lo que mencioné más arriba del “piedra, papel, tijeras”, pero que se vuelve más interesante (o beneficioso para el jugador) si hizo los deberes en la parte de investigación.
En efecto, cada escenario nos permite explorar a nuestras anchas (con avisos cuando lleguemos a puntos sin retorno) sobre el evento protagónico del nivel. Es cierto que nuestras habilidades detectivescas, desde el punto de vista estructural, son bastante limitadas; sin embargo, Vampire The Masquerade Swansong recompensa al jugador inquisidor y al que le gusta saber cada detalle.
El balance y contrapeso al uso de disciplinas, habilidades y acciones de exploración son las mecánicas de hambre y voluntad, en donde el hambre genera un límite y la voluntad un coste. Por cada acción necesitamos puntos de voluntad, pero al mismo tiempo, cada uso de disciplina tiene un coste de hambre que nos acerca más y más a la Bestia.
Un fallo bestial
Así y todo, Swansong, que en apariencia parece tener bastante nivel de detalle en el apartado artístico y gráfico, ahorró demasiado en animaciones y en calidad de texturas que no sean modelos de personajes. Se nota muchísimo cuando hace un paneo a la ciudad de Boston, lo que termina rompiendo un poco la inmersión en lo que ya de por sí es una carencia: no darle más presencia a la ciudad salvo por entradas de códex y espaciadas menciones en diálogos.
El otro que cayó en la volteada del ajuste presupuestario es el sector de animaciones. Es casi ridículo el bamboleo de piernas que hacen algunes personajes al caminar, además de que no faltan los t-posing una vez cada tanto. Si bien no es siempre, a veces es gracioso que les personajes, dependiendo la expresión facial que hagan, parezca que hablen como maniquíes cuando están enojados.
No obstante, lo peor de todo es el sistema de guardado. Entiendo que es una situación de “entendeme vos a mí”, pero en pleno 2022 y a sabiendas de que todos los lanzamientos hoy en día salen con 5 minutos menos de horno, no me podés poner un sistema de guardado tan obtuso como el que utiliza el Vampire The Masquerade Swansong. Implementó, a nivel estructural, un sistema de autoguardado bastante frecuente, lo que no quiere decir que sea efectivo. Hay reportes de gente que se ha encontrado con bugs en la IA y que terminaron perdiendo horas de progreso porque el autoguardado no funcionó y tuvieron que volver a empezar el capítulo.
Esa es la oferta: o salís y rezás a Caín a ver si guardó bien y podés cambiar de decisión o retomar antes del bug, o empezás el capítulo entero de nuevo. No hay medias tintas.
Boston By Night
Vampire The Masquerade Swansong es una muy buena experiencia para los fanáticos de las aventuras narrativas y aquellos que se interesen por la franquicia World of Darkness. Es más, iría hasta el extremo de decir que, sin convertirse en una experiencia icónica como el Vampire The Masquerade: Bloodlines, es una muy buena carta de presentación para aquellos que desean introducirse en el boardgame.
No es para menos: toda la aventura pone en primer lugar a lo que tendría que ser una mesa de Vampiro. El entretejido de influencias, la astucia de cómo se habla, convencer por el medio que sea al otro, todo un baile de máscaras teñido por una capa de misterio a lo policial negro donde la sangre y el poder rigen el compás.
De igual forma, retomo el punto del obsoleto sistema de guardado. Entiendo que hay un componente de fatalidad (“tus decisiones importan”) y, por consecuencia, rejugabilidad en donde el Swansong intenta hacer que hagamos varios playthroughs, pero no hace falta.
Por su variedad en la mecánica, su escasez de puntos de experiencia, sus secretos, todos elementos que confluyen, te obligan a jugar al menos dos veces. Pareciera que fue más una decisión basada en la nostalgia infantil que en una que se apoyó en la funcionalidad lúdica, como en los soulslike.
El último punto con el que quisiera concluir es un content warning. World of Darkness no es un mundo ajeno a la transfobia, el racismo y, en instancias, la misoginia. Los creadores originales tomaron bastante en serio estos problemas desde hace tiempo, pero no evita que se implementen o manipulen ideas muy controversiales.
El elemento problemático dentro del mismo no está a la altura de algunas restricciones de presa, pero representa de manera no muy gráfica lo que sería una violación dentro del mundo vampírico. No es algo que se comente directamente así, pero se da en el escenario que transcurre en la biblioteca Jefferson, como un recuerdo traumático del personaje. Fledgling beware!
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