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Hay dos reglas a la hora de hablar de este juego: La primera es no spoilear la trama de Starseed Pilgrim y la segunda es NO SPOILEAR la trama de Starseed Pilgrim. ¿Cómo hacés una review de un juego de culto cuya magia gira alrededor del misterio que genera? Esa es una pregunta que nunca obtendrá respuesta, pero lo voy a intentar.
Si les gustan los indies, seguramente, como yo, se hayan cruzado varias veces con estas imágenes de bloques de colores en un fondo abrumadoramente blanco. Y quizás, como yo, no hayan entendido de qué iba el asunto. Ya que durante años tuve pendiente dedicarle el par de horas que se merece, y finalmente sucedió.
Empezamos en un tutorial, tan minimalista como el resto del juego. Muy elegantemente nos presenta las primeras mecánicas, cavamos hacia los costados y hacia abajo, mientras el void negro va carcomiento todo a gran velocidad. Un pequeño poema nos cuenta que el cielo está muriendo, y que podemos intentar salvarlo… o algo así.
Y ahí entramos a la primera de las tres interfaces de Starseed Pilgrim. Básicamente, hay un mundo madre, desde donde accedemos a los (¿el?) niveles. Ahí plantamos semillas, cada una hace crecer bloques, con un color, sonido y características propias. Con ellos tenemos que… bueno…. resolver el puzzle. Pero en un tiempo limitado porque está siempre acechando el vacío negro que te consume lo mejor que tenés. Entonces, vamos a la tercera interfaz, un negativo de esta última, donde si jugamos bien antes, podremos juntar semillas para plantar en el mundo madre.
Fácil, ¿no?. No. Después de jugar durante un rato largo, cerrarlo enojada, volver, descubrir algo, frustrarme de nuevo, y así… La verdad estoy indecisa sobre si declarar que lo odio o que es una obra maestra. La línea es muy delgada.
La manera en que no te explica absolutamente nada y a la vez te deja todo ahí a la vista es impecable, pero desesperante a la vez. Como una sortija de calesita que te revolean en la cara pero siempre está apenas fuera del alcance de tu mano. Y la metáfora de la niñez no es al azar. El juego despierta pasiones innatas, profundas, primitivas, diría. La urgencia por descubrir un mundo que se abre con todos sus misterios para que los resolvamos. La sorpresa, la curiosidad, y la terquedad, porque este juego hijo de puta no me va a ganar a mí.
No la paso bien jugando Starseed Pilgrim. Yo sé que intenta ser un juego tranquilo, relajante, reflexivo, pero no con todo el mundo funciona así, y definitivamente no conmigo. Las plantas tardan en crecer, y es un prueba y error constante (sobre todo de error, muchos errores). Una prueba a la paciencia. Y sin embargo, ¿qué es lo que me hace volver a intentarlo?. ¿Por qué digo “bueno, el último y lo mando a la mierda” y sigo ahí 15 intentos más tarde? ¿Por qué me gusta un juego que no me gusta?
Entre el masoquismo y el deslumbramiento. Entre la tenacidad y la resignación. Entre la maravilla de sentir que estamos descubriendo el funcionamiento del mundo y el sufrimiento de ver como otra vez nuestros planes se vieron frustrados y todo el esfuerzo fue en vano. En ese pequeño espacio gris se encuentra Starseed Pilgrim.
Lo consiguen en Steam por unos pocos pesos o lo buscan en el bundle racial de Itchio si lo compraron. Que lo disfruten, o no.