Bienvenidos a IndiesPensables, el espacio que encontramos para darle visibilidad a videojuegos cortos e independientes. A veces gratuitos y a veces no, pero siempre relevantes.
Cuando era chica, solía jugar a hacer saltar y planear a mis personajes. A veces eran muñequitos por la casa, a veces mis manos haciendo el gesto de piecitos que corren, a veces los imaginaba en los viajes en auto, corriendo al costado del vehículo y haciendo parkour y planeando por la pampa. Y el juego de hoy me retrotrajo a esos sentimientos.
Muchas veces en este espacio traigo experiencias super raras y breves. No es el caso esta vez, ya que la obra de hoy es bastante larga (unas 10 horas), y algo clásica en cuanto a mecánicas, pero no por eso menos interesante o hermosa.
The King’s Bird empieza con un sueño profético, donde volamos y somos libres… sólo para encontrarnos con una jaula de luz que nos aprisiona. Despertamos y nos enfrentamos a la realidad donde no podemos volar, pero sí correr y saltar por un pueblo hermosamente diseñado. Pero esto es sólo una intro, luego las posibilidades van cambiando y, al menos brevemente, tendremos acceso a una gran cantidad de niveles temáticos.
Es un juego que puede resultar extraño de controlar en un primer momento, pero en cuanto le agarramos la mano se vuelve muy placentero. Todo gira alrededor de la noción de impulso y envión, y tendremos que aprender a fluir en el espacio aprovechando siempre la fuerza motriz y la aceleración que fuimos acumulando. Algo parecido a nadar, o practicar cinta de gimnasia rítmica. Con esas acrobacias y nuestra capacidad de impulsarnos y volar tendremos que escalar y atravesar escenarios llenos de espinas y obstáculos mientras rescatamos unos pajaritos luminosos.
Todo esto en unos ambientes maravillosamente diseñados. La estética de The King’s Bird recuerda a los pueblos originarios americanos y todo está representado con siluetas y paletas de color limitadas y delicadamente seleccionadas. Casi todos los escenarios están pintados con acordes de colores análogos (escala entre tres colores contiguos en el círculo cromático), y las plataformas y nuestro personaje son también siluetas en negro. En definitiva, bellísimo.
La música es una mezcla de juego clásico de plataformas con dejos tradicionales y folklóricos. Me recordó fuertemente a la del Lion King de Sega Génesis. Además, los personajes no hablan, sino que “cantan”. Nuestra protagonista se expresa con una suerte de vocalizaciones y hasta hay un emperador con voz de violonchelo.
Ah claro, porque a todo esto en The King’s Bird hay una historia. Sobre un pueblo atrapado en una cárcel de luz y su origen, contado a través de unos murales muy simbólicos en las paredes.
Lo pueden encontrar en Steam, o buscarlo en el Bundle Racial de Itchio si es que me hicieron caso y lo compraron (sí, voy a avisar siempre que un juego esté ahí, porque nadie sabe qué hay en esos 1750 juegos, ni siquiera la gente de Itchio debe saber). También está en Nintendo Switch, PlayStation 4 y Xbox One, de la mano de Graffiti Games, el mismo publisher a cargo de la publicación de los juegos argentinos Trident’s Wake y Blue Fire.