El 2022 había empezado fuerte con una noticia absolutamente resonante en el mundo de los videojuegos cuando Microsoft anunció la compra de Activision Blizzard por la estratosférica suma de 69 mil millones de dólares, la más alta de la historia de la industria.
No obstante, la transacción estuvo cargada de polémica desde el principio.
A la preocupación vinculada al posible monopolio al que pudiera apuntarse, Activision Blizzard venía sumando situaciones que la pusieron en jaque por denuncias de acoso laboral y sexual hacia sus cargos jerárquicos.
En todo ese embrollo, Microsoft intentó hacerse con una empresa con grandes franquicias en su haber, pero no resultó todo tan sencillo.
La decisión de la revocación
Según voceros del gigante informático, todo estaba encaminado para que se completara la compra en el corto plazo sin problemas de ningún tipo.
Sin embargo, la CMA (“Competition and Markets Authority”), un órgano de control del Reino Unido que supervisa la transparencia y la legalidad en compras de este tipo, revocó finalmente la adquisición.
Sostuvo su decisión en la tendencia al monopolio de permitirse tal compra, con el daño que acarrearía a competencia en la industria particularmente del “cloud gaming”.
La contraofensiva de Microsoft
Microsoft intentó, sin éxito, negociar la decisión ofreciendo la posibilidad a futuro de que los rivales puedan ofrecer sus productos en sus plataformas o vender la franquicia de Call of Duty. La empresa ya anunció que va a apelar el fallo.
Claro está, la escena de Bill Gates diciendo “No me hice rico firmando cheques, señor” en Los Simpson no es una mera broma, y la empresa que fundó no se quedó cruzada de brazos.
No tuvieron tapujos al momento de mover fichas mediante sus lobbies alrededor del globo para influir en la decisión no sólo del Reino Unido, sino también de sus equivalentes europeos y estadounidenses.
Los argumentos de la CMA
Si bien la CMA hizo especial hincapié en el daño que generaría en el “cloud gaming” más que en las consolas, no dejó de lado otros aspectos al momento de vetar la compra de Activision Blizzard.
Además de fortalecer su posición de por sí privilegiada en el mercado, esta transacción desembocaría en precios más altos y menor variedad e innovación, en claro perjuicio no sólo de otras empresas menores, sino también de los jugadores.
Una compra de esas dimensiones haría a Microsoft la propietaria de franquicias de enorme éxito como Call of Duty, Overwatch, Diablo y World of Warcraft.
Asimismo, y tras el informe realizado, los agentes de control de la CMA manifestaron que Activision Blizzard podría ser totalmente capaz de proveer juegos a plataformas de nube en un futuro no muy lejano.
Con esto, se daría a entender que, de permitirse la compra, eventualmente estaría literalmente sacando del camino a un nombre fuerte de la industria y que podría autosustentarse.
Los vivos de siempre
No es extraño al mundo financiero que los peces gordos se coman (o pretendan comerse) a los demás. Claro que la industria de los videojuegos no es una excepción.
Microsoft intentó sacar provecho de una época de debilidad de una empresa enorme, pero con muchísimos problemas hace años.
Aunque no lo dejó en la quiebra, las denuncias por acoso laboral y sexual, desmanejos de sus cargos jerárquicos y demás cuestiones generaron ciertamente una merma fuerte en la empresa, especialmente en su imagen.
En esa situación, y con planes cuasi expansionistas también de otras empresas como Epic, Microsoft ofreció un número récord para quedarse con Activision Blizzard.
Con argumentos ciertos desde lo jurídico y lo financiero, la decisión de la CMA fue revocar la compra.
Si bien Microsoft ya confirmó que va a apelar el fallo, no deja de ser un antecedente positivo que, de alguna forma, los gigantes tengan un freno.
Los monopolios tienden a aminorar la competencia y la variedad, por lo que, en última instancia, los jugadores nos veríamos perjudicados si se permiten sin más estas maniobras.
Ojalá se mantenga esta postura. Por el bien de todos.
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