Hace unos días fuimos testigos del trabajo de DÉMETER, el taller de videojuegos que forma parte del Laboratorio de Oficios Digitales dentro de cárceles de la provincia de Buenos Aires. Una historia que queríamos contar desde hace un par de años, pero que finalmente el 5 de diciembre pudimos experimentar de primera mano gracias a la invitación del «Chino» Sanjurjo, su director.
Ezequiel Heyn (fundador de Purple Tree y actual vicepresidente de ADVA); Emanuel Berdichevsky (profesor universitario de videojuegos y miembro de Cybercirujas); y quien les escribe, oficiamos de escuchas de los pitch finales de los diferentes trabajos. Un gran honor, ya que en los más de 15 años que lleva el laboratorio de oficios digitales, es la primera vez que invitan a alguien ajeno a presenciar las presentaciones finales.
Nos subimos a una camioneta penitenciaria en el barrio del Once y la primera parada fue el Complejo 7 de Ezeiza (ex Unidad 31), más precisamente su sector de mujeres, compuesta por pabellones de madres, mujeres en etapa de egreso y extranjeras. Y la verdad que el trabajo nos sorprendió sobremanera.
Las Luciérnagas, como le llamaron a su videojuego en plena etapa de desarrollo, es una aventura de texto en Twine donde un grupo de mujeres le resuelve problema mundanos a gente común. Algo así como Los Simuladores, pero integrado por mujeres y para inconvenientes todavía más pequeños que los de la mítica serie de televisión.
Fue una presentación de unos 10 minutos, donde dos de las responsables de la aventura nos contaron de qué iba su juego y cómo había sido el proceso de trabajo. Primera vez que hacían algo así en público, lo que hizo del momento aún más valioso para ellas y también para nosotros.
Uno de los detalles que más nos llamó la atención a los tres invitados fue la diversidad etaria del taller, algo que lo hacía todavía más importante dentro del Complejo 7 de Ezeiza. Había mujeres de las tres edades: de unos 20 y algo, de 40 y algo, y también de más de 60. Todas en el taller de videojuegos, y con ellos expresando lo que les pasa.
Los videojuegos son un arte, eso está fuera de discusión, y como tales son un vehículo para la expresión humana. Una herramienta más que fundamental en una situación de encierro como la de estas mujeres y, a su vez, también una manera de ser comprendidas por una sociedad que las desconoce.
Porque claro, ¿Qué otra expresión artística puede ser más generadora de empatía que la lúdica?
Entrar al Complejo 7 de Ezeiza y ver cómo se habían preparado para recibirnos y contar lo que se traían entre manos, fue realmente una experiencia inolvidable. Porque claro, si nunca entraste a una cárcel, las únicas imágenes mentales de las que disponés es la de las películas y series, y realmente ambos casos fueron muy diferentes.

De ahí nos fuimos para el Complejo Federal de Jóvenes Adultos de Marcos Paz, al Pabellón B de la Unidad 26, donde nos encontramos con pibes de entre 18 y 21 años. Chicos como recién salidos del secundario, de buena conducta, que sueñan con salir en libertad y hacer algo productivo de sus vidas. De ahí la importancia de su roce con los videojuegos.
El «Chino» Sanjurjo, junto a todo un equipo de profesionales, les enseñan cómo pitchear, cómo pensar un videojuego… pero principalmente cómo motivarse de cada al futuro. Porque claro, la gran mayoría jugaron videojuegos alguna vez, o simplemente les pegan de cerca por una cuestión generacional. Entonces piensan historias que se puedan contar con sus herramientas, y la imaginación vuela.
En el caso de ellos, vimos varios proyectos, todos vinculados a la ciencia ficción, la acción o la aventura. Más una ayuda gráfica de la inteligencia artificial, brindada por las computadoras de su taller.

Y luego de escucharlos y decirles algunas palabras que les sirvan de feedback y motivación, el equipo de profesores les entregó diplomas de fin de curso y comimos unos sanguchitos de bondiola hechos ahí mismo. Para luego despedirnos y desearles la mejor de las suertes.
El «Chino» Sanjurjo está apoyado por un equipo de gente maravilloso, que todas las semanas le brindan uno de sus días a formar mejores personas. Entre ellas Eugenia Sanjurjo y Dana Hernández, profesoras del taller de game design y narrativa de la unidad de mujeres del Complejo VII de Ezeiza; Lidia Ríos en Narrativa; más Agustín Uzal y Hernán Lezak, que hacen lo propio como profesores del taller de música y efectos especiales.
Por supuesto, en todos estos años, también pasaron otros nombres que sumaron su granito de arena a la causa. Una que no existe en otro lugar del planeta y que, a mi entender (ahora hablo en primera persona), puede ayudar a cambiar algunas vidas en el proceso.