Pasó otro año y llega otro Día del Padre.
(Brilla en la oscuridad
Su sabor a la primera vez
Le hace volver a aprender
A respirar)
Otro tercer domingo de junio de peregrinaciones a “la casa de papá” para aquellos que aún tienen uno y le tienen aprecio. Bueno, no, eso no es totalmente cierto. Con el Coronavirus y la diseminación de virus en el traslado, son muchos los que aún inoculados por AstraSputnopharm (?) se guardaran y mandaran saludos virtuales.
Yo soy papá. Tengo una hija. Les he contado de ella en una nota pasada. Ser padre me ha llevado en mas de una ocasión a preguntarme (incluso filosóficamente) ¿Qué es paternar?
Creo que hemos avanzado lo suficiente para descartar como padres a aquellos cuya función se limitó a una donación voluntaria (o descuidada) de esperma, así como hemos asumido que padre es aquel que está. Simplemente está. Estar no significa compartir las 24 horas del día como un autómata. La realidad –de todo tipo- nos obliga a detenernos de espaldas a ese alud de modernas buenas intenciones. Una persona que tiene que trabajar 18 horas diarias para darle de comer a su familia, es tan padre/madre como la que puede participar de actividades con su prole. Es un mundo injusto.
Esa injusticia se ve reflejada de manera continua en los universos virtuales que transitamos en esas horas de ocio que tenemos con nuestros hijes, o cuando ellos ya quedaron abatidos por el sueño, las horas de volver a ser personas un ratito sin desmedro de nuestras responsabilidades.
(Siempre fue divertido correr
Dejar a este mundo detrás…)
Hay algo que me sorprende gratamente de los videojuegos, de ciertos videojuegos al menos, y es lo coherente que muchas veces es mostrada esta relación entre padres y su descendencia. Recuerdo por ejemplo un título que no tengo claro si fue muy popular.
“Bound” es un videojuego en tercera persona, donde nos ponen en control de una bailarina de ballet por unos escenarios hermosos muy influenciados por el arte de Mondrian. Por momentos muy sutil y por momentos muy directa, la trama nos relata en diferentes instancias (La bailarina es una de ellas) como una mujer en camino a ser madre atraviesa los tristes recuerdos de su infancia. Su padre, que se va de la casa y arma otra familia. Como lo vive su madre.
Los videojuegos, como cualquier otra forma de arte, tienen la posibilidad y capacidad de analizar la realidad de una manera muy plástica, muy flexible.
Siendo bastante un walking sim, “Bound” es capaz de tirar metáforas como fuegos artificiales e iluminar una noche nebulosa con analogías para nada complejas de comprender.
(Manta raya enséñame mas
Tu habilidad de nadar)
Discúlpenme de antemano si me corro un poco de los lugares comunes y dejo afuera a Big Daddy de Bioshock 2, Joel de TLOU o Kratos en el último GOW. Siento que son personajes bastante interesantes, pero quiero enfocarme en aquellos más humanos que son más cercanos a lo que es uno. Aunque parezca algo contradictorio –mas que nada por sus características Inhumanas- creo que es mas real la creación de Geralt como figura paterna de Ciri. Su dedicación muchas veces equivocada. Sus ¿ganas? de que siga sus pasos.
Y acá hago una salvedad. Cuando jugué Witcher 3, roleé a Geralt como creí que era mejor. Haciendo que actúe como creo que actuaría yo. Dejando a mi hija ser mas allá de estar siempre para ella cuidándola. En mi roleo del personaje, siempre puse a mi hija por arriba de todo. No sé si es lo correcto. Sé que es lo que YO haría. De alguna manera es lo que hace también Eli Vance, el padre de Alyx en Half-Life.
“Sí, te construyo un perro robot, pero vos tenes que seguir tu propio camino. “
(Ella es mi espejo y refleja lo que soy
Y suele ser duro aprender
A respirar)
Lo contrario a eso sería la inutilidad absoluta (?) de Ethan Mars, uno de los protagonistas de “Heavy Rain” que pierde un hijo en un accidente y le secuestran al otro prácticamente delante de sus narices. Y allí vamos. Desde el inicio nos muestran un personaje que no está preparado para ser padre. Que tiene su vida como arquitecto y como pareja pero que está bastante en su propio mundo.
No estar preparado para ser padre no implica no amar a tus hijes. Nadie está preparado la primera vez. Vamos aprendiendo en el proceso un poco por lo que heredamos, un poco por lo que consumimos culturalmente, y finalmente, por aprendizaje propio. Es una tarea que finaliza cuando nos despedimos de este mundo, con suerte, antes que nuestra descendencia.
(Cuando me hundo en el mar)
Hace un tiempo contemplo la muerte. Estoy en la edad de empezar a hacerlo aunque quizás me falten muchísimos años para morir. Mi papá, que en paz descanse, falleció a los 67 años hace ya una década. Creo que fue un buen padre, con sus defectos, como todos. Era calentón, gritón y violento en sus maneras como muchos otros padres nacidos en su época y que tuvieron que atravesar años muy jodidos. Se me ocurren decenas de padres en los videojuegos con características similares pero sería muy triste enumerarlos.
Recuerdo solo una vez que Norberto (mi papá) me levantó la mano después de que yo desaparecí todo el día para ir a jugar “a la compu” a la casa de un compañero de escuela. Me habían salido a buscar mis hermanos y nadie me encontraba. No lo naturalicé. Pero eran otros tiempos y no me costó dejarlo pasar.
También recuerdo como salió corriendo a defenderme cuando la madre de una compañera de la escuela me zamarreó sin que nadie intercediera porque tuve el tupé de tener las mismas buenas notas que la hija.
Recuerdo verlo años deprimido por la desocupación y porque tenía una relación de mierda con su familia.
No tuvo la chance de sentarse a jugar videojuegos conmigo ni de entenderlos como yo lo intento con mi hija ahora que soy padre. No era necesario.
Fue mi padre. E hizo lo mejor que pudo.
Es aquello a lo que podemos aspirar.
¡Feliz día!
(reflejando el color del sol)
Si llegaste hasta acá y te gusta lo que hacemos en Press Over, medio independiente hecho en Argentina, siempre nos podés apoyar desde la plataforma de financiación Cafecito. Con un mínimo aporte nos ayudás no sólo con gastos corrientes, sino también con la alegría de saber que estás del otro lado.