“Esta saga/franquicia está muerta” es una frase habitual en redes, videos y medios especializados. Uno puede circular por esos espacios y encontrarse con declaraciones de ese estilo sobre cualquier marca. Parece que se ha vuelto común pensar que el abandono temporal o la falta de impacto de una saga indica su fin.
Comentarios de este estilo resultan extraños, sobre todo cuando los últimos diez años (o más) están caracterizados por la presencia constante de remakes. Aplica para todas las industrias del entretenimiento, pero el gaming en particular ha encontrado un negocio muy redituable: revivir éxitos del pasado o joyas perdidas en el tiempo garantiza una inversión baja con grandes ganancias. Y aunque aún quedan muchos títulos que merecen su retorno, está claro que esta maquinaria de la nostalgia no está lista para frenar, solo está tomando un segundo aire.
Esta situación hace que las franquicias parezcan estar teniendo una suerte de resurrección. Las que habían sido abandonadas tienen una oportunidad de volver y sus comunidades se emocionan por eso. Pero me parece que no hay que caer en esta ilusión creada por los departamentos de marketing, por el contrario hay que analizar si realmente mueren en algún momento y en qué condiciones.
Aunque rápidamente podemos pensar en los emblemáticos Metal Gear y Silent Hill como evidencia de que sí perecen, esas son más bien las excepciones. De hecho solo la primera se encuentra ausente en el presente, debido a los conflictos entre Hideo Kojima y Konami, pero ha tenido diversos porteos. La segunda no tiene un juego hace tiempo pero a esta altura es un secreto a voces que están desarrollando una remake de su primera entrega.
Podemos seguir pensando en otros ejemplos, comparables o no en relevancia, pero vamos a llegar a conclusiones similares. Hasta los nombres más olvidados de este medio han tenido porteos, spin off y ediciones de aniversario. Castlevania, también de Konami, no tiene un remake pero si reversiones que traen la experiencia del pasado a las nuevas tecnologías. Incluso su adaptación a serie animada es una de las apuestas más grandes de Netflix, al punto que piensan en expandir su universo.
La muerte de estos grandes proyectos, solo se da en contadas ocasiones y en contextos excepcionales. Son pocos los que sufren un fallecimiento real. La mayoría suele permanecer en un estado de reposo, siempre listos para volver cuando resulte ser una propuesta rentable.
Tal vez las únicas franquicias que mueren son las que no han mostrado ser redituables. Aquellas que pasado un tiempo se pierden en el mar de licencias y terminan en la nada. Algunas son adquiridas por estudios como Night Dive que se encargan de mejorarlas y comercializarlas en tiendas digitales.
Otras no corren la misma suerte y desgraciadamente quedan como material de descarte. Una vez pasado cierto tiempo se convierten en el llamado “abandonware” y forman parte del amplio archivo que compone la historia de esta industria.
Hasta en esa condición, existe un interés por preservarlas debido al valor que tienen. Son de alguna u otra manera rescatadas y conservadas como un material de exposición. Solo muere quien se olvida y por suerte existen individuos o entidades dispuestas a evitar que esto pase.
Pero la idea de la declaración que mencioné al inicio es un poco más incluyente de lo que parece. No solo habla de la ausencia de una marca, también se refiere a una merma de calidad en la misma. Hasta hace no muchos años, Resident Evil era considerada una historia que había perdido el rumbo y llegado a su fin luego del fracaso de críticas que fue su sexta entrega.
Es algo que resulta curioso hoy en día con la reciente salida de Village. Se vuelve cómico pensar que hace unos años los fans habían dado por finalizado su interés y que ahora están otra vez expectantes por el futuro de esta historia. Más allá de la calidad que tenga esta nueva secuela, es imposible pensar que no tiene espacio en el ambiente o que ha desaparecido del panorama.
Aunque puede ser que decir “Esta saga/franquicia está muerta” sea un comentario al pasar, que no busca tener el nivel de profundidad que estoy llevando en esta nota, resulta curioso su tan reiterada utilización. Es un nivel de análisis que no debería estar tan presente para pensar un medio en constante cambio. Su doble sentido me parece peligroso porque confunde los términos y termina dando una impresión equivocada.
Se utiliza con mucha liviandad, hasta el momento que debería aplicarse de forma apropiada. Cuando hace poco tiempo se anunció el fin de las tiendas digitales de PS3, PSP y PSVITA poco se mencionó la verdadera desgracia que había detrás: cientos de títulos se transformaban en inconseguibles por medios legales y los derechos de distribución volvían inviable cualquier intento de publicación en otra plataforma.
Aunque la situación fue revertida, no deja de ser lamentable que todo dependa del capricho de algún CEO. La consecuencia de esta situación se vio rápidamente: escalada en precios, problemas en las tiendas y poca claridad en la comunicación para evitar responsabilidades. La mayoría de las veces las franquicias no están en peligro, todas están a disposición para cuando resulten ser un negocio. Lo que sí está en riesgo es la memoria, el legado y la historia de un medio que cambió la vida de muchísimos pero aún está en manos de muy pocos.
En vez de pensar sobre la falta de determinados nombres emblemáticos, conviene crear formas de preservarlos y cuidarlos para cuando no resulten ser una “inversión segura”. Es inocente esperar que grandes negociados hagan algo por cuidar obras pasadas, les es mas conveniente dejarlas donde están y volver a venderlas con mejoras, un lavado de cara y una gran campaña de marketing que haga sentir que están haciendo un favor a los usuarios.
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La ilustración de portada por Maru Mendez