Hace muy poco inició una nueva generación de consolas y con ella llegaron múltiples debates dentro del gaming. Durante varias semanas vi pasar largas discusiones sobre aspectos técnicos, títulos exclusivos y modelos de negocios alternativos. Todas las charlas apuntaban a decirme que consola me convenía más según mis necesidades.
Escuché los argumentos que se me ofrecían pero la realidad es que no iba a poder comprarme nada. La crisis económica que sufre el país, la pandemia de COVID-19 y razones de índole personal hicieron que una Xbox o PlayStation sean solo un sueño. Por más que lo desee, mi poder adquisitivo es insuficiente para costear artículos de tanto valor.
Ahí es cuando tuve una crisis, un pequeño drama que se podría tildar de “white people problem”: ver que no podía sumarme a la nueva camada de consolas me generaba tristeza. Era como percibir que parte de mi identidad me abandonaba y que se me quitaba la posibilidad de hacer algo a lo que me había acostumbrado.
Sentí que me arrebatan la oportunidad de pertenecer: el gaming me estaba dejando de lado. Pero después de mucho meditar, de seguir esas conversaciones que circulaban y de leer las experiencia de otros me di cuenta que en realidad jamás pertenecí a ese mundo. Como mucho puedo decir que lo parasite pero jamás encuadre en el relato oficial del marketing.
Quiero decir, uno está acostumbrado a ver que las publicidades relaten la vida de los «gamers». En estos anuncios llenos de melancolía hablan de largas filas para conseguir un cartucho o añoran esos tiempos donde uno charlaba en foros con otras personas de gustos similares. Pero nada de eso se parece a lo que yo viví.
Mi historia no es particular, después de todo soy un pibe más del conurbano que nació durante el menemismo. Como cualquier otro chico de esa edad, tuve padres que se las veían duras y sin embargo conseguían las cosas que a mi me gustaban. O su versión de esas cosas porque jamás tuve una PS1 como las que veían en la tele. Lo más cercano a aquella consola fue un Family game de imitación.
Pero el hardware no es todo. Sin juegos, una consola no es nada y a medida que fue pasando el tiempo, comencé a exigir nuevos títulos para probar durante mis horas libres. Después de muchas exigencias, terminé visitando con mi padre el lugar donde se compraban los cartuchos.
En esos spots, uno ve negocios llenos de artículos relacionados al gaming y muchas decoraciones ostentosas. Los negocios que yo visitaba eran distintos, ni siquiera eran locales sino puestos en la feria de Solano. Había monitores mostrando lo que vendían pero nada era similar a la melancolía de esas publicidades.
Es obvio que las condiciones económicas de mi familia jamás me iban a permitir acceder a otra cosa. No conocí el software legal hasta los 15 años de la mano de algunos amigos con mejor pasar económico. Antes de eso todo lo que llegaba a mis manos tenía un pasado dudoso.
Aunque con los años la situación mejoró, tampoco me permitió tener acceso a las novedades. Para que se den una idea, cuando estaba saliendo la PS4 yo recién podía comprar una PS2 usada y golpeada. Claro que era una consola chipeada que venía con un estuche lleno de juegos piratas, garabateados con un marcador que indicaba el nombre de cada uno.
Puede que mi historia parezca ridícula e innecesaria pero creo que esta falta de sintonía entre la imagen que las compañías dan y mi relato personal es la clave de algo más. Después de todo, no debo ser el único que anhela lo nuevo y al mismo tiempo siente que el mercado hace todo para negárselo.
Y en esa negación que sufrimos está lo más importante, porque el gaming es un negocio como el resto. Como cualquier mercado, apunta a la generación de ingresos constantes y para eso nada mejor que sumar nuevos clientes. Con eso en mente ¿Cuál es el sentido de elevar todos los costos y dejar a fuera a los interesados?
Parece no tener sentido e incluso ser una contradicción evidente pero creo que es todo lo contrario. La intención de anular experiencias como la mía y a la vez restringir el acceso que tenemos da la sensación de exclusividad. El medio se convierte en un club donde pocos pueden acceder y eso hace que quienes entren ganen cierto prestigio.
El medio se convierte en un club, en una zona de exclusividad que da reconocimiento a los que ingresan. Es una suerte de elitismo que incrementa el valor de las marcas sin ninguna inversión extra. El negocio está en lograr un valor simbólico que aumente los números en el final de cada trimestre.
En retrospectiva, tiene sentido que mi historia no se encuentre reconocida por el marketing y que además hoy sea expulsado de ese pequeño mundo. Duele saber que solo soy un parásito para los intereses comerciales pero asumir esa realidad me permite pensar lo que amo de otra manera.
Cuando sos dispensable comenzás a ver las cosas de otra manera y cuestionar lo que naturalizamos. Los manejos de las corporaciones se ven desde otra luz y el hobbie al que dedicaste tanto tiempo muestra sus fisuras en los recovecos más oscuros. No es fácil verlo de esa manera pero ser expulsado me da cierta libertad.
Por supuesto esto no significa que tengo una lente particular para analizar el medio. Solo quiero decir que adquirí una nueva posición y este lugar me da otra visión de lo que amo. Siento que la angustia se convirtió en algo más: en un intento de apropiarse del gaming con mi propio método.
En vez de llorar por no poder comprarme el último artículo de lujo me doy el lugar para pensar lo que tengo. Creo que no soy el único en este lugar y explorar alternativas por fuera del negocio ha demostrado ser redituable para formas antiguas como los arcades. Es el momento de pensar el medio y encontrar una manera de que todos los expulsados encontremos nuestro propio lugar.
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La ilustración de portada por Maru Mendez
Hola! No estoy muy de acuerdo con lo que comenta Jose Luis. Si bien es enormemente triste que cada vez haya más apasionados a los videojuegos que se queden fuera de los últimos títulos por no poder costearlo, el problema está en la situación económica del país (cada vez peor) y no en una supuesta «avaricia» o «ambición» corporativa. Creo en esto porque si vemos los precios de las consolas a lo largo del tiempo, la Playstation 1 lanzada en 1997 tuvo un precio de lanzamiento de 300 dólares en USA (a dólares de 2020, eso serían 486 dólares) , y 400 euros en Europa. 23 años después, la Playstation 5 se lanzó a un precio de 400 dólares en USA, y 400 euros en Europa.
Es decir, los precios del hardware son bastante constantes, o hasta incluso más accesibles a lo largo que pasa el tiempo. Si pensamos incluso que el salario mínimo en USA ronda los 1250 dólares, una consola de última generación representa solo un cuarto del mismo (serían $7.000 pesos si la proporción se calculara con los $28.000 del salario mínimo argentino).
En fin, mi punto es que no es la industria de los videojuegos la que esté explusando gamers, ni tampoco una malicia o ambición de mega corporaciones. La causa de esto no es ni más ni menos que la mala situación económica que atraviesan ciertos países y tienen como consecuencia que los costos de productos sean muy altos en relación a los ingresos.
Hola Augusto!
Estoy de acuerdo, pero creo que es un poco de todo. La situación del país ayuda muchísimo, pero tampoco es que las personas pertenecientes a clase baja en países primermundistas tengan un acceso sencillo a una PlayStation 5, por ejemplo.
También, si estamos hablando de capitalismo, es el empresariado uno de los problemas fundamentales de las crisis de países como el nuestro, desde el vamos.
Hola Jimena! No estoy de acuerdo. En primer lugar, el post habla de que el gaming *se volvió* inaccesible. Osea que no importa si es accesible a la clase baja primermundista o no, sino que lo que importa es si antes lo era y ahora no; que ya quedó claro no ser el caso, ya que los costos de jugar videojuegos de última generación son los mismos que hace 23 años. Por otro lado, tampoco estoy de acuerdo en que las clases bajas de países primermundistas tengan un dificil acceso a comprar una PS5. Como dije anteriormente, en USA la consola vale poco menos de un cuarto de su salario. Mismo caso con Alemania, donde el sueldo mínimo son 1584 euros.
En cuanto a lo último, no voy a entrar en ese debate porque sería eterno, pero los países que viven por fuera del capitalismo parecen tener nulo acceso a cualquier tipo de videojuego o consola, al contrario que lo que sucede en los más capitalistas.
Viejo… el precio de la play 1 a la actual ajustado a inflacion yanki es el mismo o mas barato… la diferencia… viste cuando dicen «cayo el poder adquisitivo» bueno.. ahi lo estas viendo… viste cuando dicen «devaluo la moneda» bueno ahi esta… viste cuando te dicen «subio la pobresa» adivina quien se dio cuenta q es pobre a nivel de estandard de vida del mundo… Hecharle la culpa a sony o a nintendo es comico… se sacan los ojos entre ellos para ganar mercado y el precio no es joda… pero tampoco podes hacer consolas a perdida por q hacer ese hardware y mandarlo por correo gratis no es… preguntale a sega o a atari como te va si perdes una guerra de consolas… Vos fijate q en el software en steam. Por ejemplo comprar juegos en argentina es muuucho mas barato q en el resto del mundo… eso es por q la industria es sensible a q somos un pais tercermundista en crisis q si no es barato se la pierde…. ahora lo fisico bueno tiene q pasar si o si por la aduana, regulaciones, impuestos, riesgos, etc… creeeme… nadie se quiere perder un cliente… igual ser gamer es mucho mas q tener la ultima consola o la ultima placa.
Muy interesante nota, me he sentido muy identificado. Gracias por compartir este texto!!
Muchas gracias a vos por comentar! Me alegra saber que te sentiste identificado porque estoy seguro que somos muchos los que atravesamos sensaciones similares y no tenemos porque sentirnos solos en ese sentimiento.