El juego de rol occidental siempre me fue ajeno. La brújula de mis gustos apuntaba más que nada hacia el país del sol naciente en materia de RPGs, y yo me encontraba muy entretenido en ese lugar, más que nada debido a la gran producción de títulos que se dio durante la transición a los 2000s. Así fue como me salteé varias de las proclamadas joyas del oeste (?), entregas como Baldur’s Gate, Knights of the Old Republic, los dos primeros Dragon Age y, la figura de esta nota, Mass Effect. Vale la aclaración que el único fichín de esta estirpe que jugué fue el Dragon Age: Inquisition, debido a que salió en una época donde la PS4 daba sus primeros pasos y yo estaba más dulce de lo habitual.
Hoy me encuentro promediando el primer Mass Effect, gracias a la magia de los remasters. Desde el día 1 de nuestra relación, uno de los principales objetivos de Jime (mi pareja y editora de este sitio) fue que jugara la saga rolera espacial a como dé lugar. Algo a lo que yo me oponía rotundamente, con argumentos que variaban desde “mirá qué horrible se ve” hasta “vos sabés que el Mako se maneja como un Renault 12 con globos en lugar de ruedas”.
El pacto de caballeres al que llegamos fue que si un día salía algo que compilara todo, con retoques visuales y mecánicos, yo me iba a adentrar en este universo. Así pasaron los días, las semanas, los meses y hasta años, con una mesa de rol virtual en el medio situada en este universo de turianos y asaris de la cual formé parte; hasta que finalmente llegamos al 2021 y la recién salida Legendary Edition. Esta saga es tan importante para Jime que hasta me regaló el juego para mi estación de poder, versión 5.
Sin escapatoria alguna, y con los recuerdos felices del Inquisition a cuestas (Knight-Enchanter te extraño), me lancé de lleno a la aventura espacial a bordo de la SS Normandy. Post creación de personaje, me recibe una patada en la cara en forma de gráficos, que si bien son una mejora sustancial respecto del original, siguen manteniendo esa dureza característica de un canto rodado fan de tomar azúcar por la nariz.
Un par de minutos más tarde y el combate espantoso no se hace esperar para unirse a esta fiesta circa 2007: un híbrido entre cover shooter, rpg y controles cuestionables. Ustedes piensen por un segundo que esperaba encontrarme con un combate al menos similar al del Inquisition. Yo mismo, luego de sumar 2 más 2, me di cuenta del craso error que había cometido con esas expectativas, omitiendo de cuajo que Mass Effect y Dragon Age: Inquisition son los extremos de una línea temporal de desarrollo videojuegueril, con el último siendo la versión refinada de todos los títulos anteriores de BioWare. Bue, vamo’ a juga’.
Luego de todo el combate, arribé a la Citadel y ahí es donde me hizo click más allá de sus falencias. Las diferentes tareas y asignaciones que tenemos a lo largo y ancho de la gran capital intergaláctica, junto al desarrollo de nuestro escuadrón variopinto, son el pegamento que se encarga de unir (y rellenar) todos esos factores flojos anteriormente mencionados, en conjunto con otros componentes que están pobremente diseñados y no fueron retocados para esta reedición, como pueden ser el menú espantoso para equipar a los personajes, el trackeo poco intuitivo y arcaico de sidequests, o la investigación de planetas: una excusa para poner espacios gigantes rellenos de nada que se navegan mediante un vehículo que, aparentemente, se maneja bien en esta versión.
Es justamente el factor rol de Mass Effect lo que atrapa y el motivo por el cual llevo más de 15 horas invertidas en la aventura que en ningún momento me planteé abandonar. Al contrario, estoy enganchado hasta la médula: quiero recuperar la armadura familiar de Wrex, seguir charlando con Kaidan y conocer sus experiencias traumáticas, entender la cultura asari y quariana mediante Liara y Tali, ser el mejor amigo de Garrus y deconstruir el proto-fascismo de Ashley. Todo esto mientras intento develar el misterio de los proteanos y los reapers a la vez que persigo a Saren por diferentes sistemas solares para hacerle nanas siendo el espectro más paragon (bonachón) del condado.
Pueden leer la reseña completa de Nile, un erudito de Mass Effect que bien va a poder hacer el contraste entre los originales y la colección, dando su veredicto de si vale la pena o no la inversión. Mientras tanto yo, un neófito absoluto de la franquicia y poco conocedor del género, como ya quedó sentado al comienzo del artículo, les puedo decir con total confianza que no me pienso bajar de la SS Normandy hasta terminar este viaje de tres capítulos que me tiene entretenido e intrigado por igual. Soy Pol Shepard y no voy a hacer el chiste más quemado de la galaxia.
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Hay pocas cosas más lindas que ver a un nuevo recluta en el culto a Shepard :). Bienvenido a la Alianza de Sistemas, Pol, y acordate que la nomenclatura para naves es SSV por «Systems Alliance Space Vehicle» *procede a realizar el saludo secreto de we’ll bang-best store in the Citadel*